lunes, 10 de agosto de 2009

No esconder los sentimientos


Sigo comentando mis lecturas de El libro, en este post para hablar de la importancia de reconocer los sentimientos, los nuestros y los de los hijos, los "positivos" y sobretodo los "negativos".
**La imagen es de Carolina Farias.
Lo primero que necesitamos hacer los padres al tratar con un hijo es distinguir entre sentimientos y acciones.
Por acciones entiendo el comportamiento externo del niño. Un niño cruza la calle cuando tú has dicho que no cruce. Un niño que pega a otro cuando tú has dicho “no pegues”. Un niño le echa arena a otro cuando le has dicho “no eches arena”. Todas estas cosas son acciones.
Llamo sentimientos a las emociones internas del niño, un niño puede estar enfadado, contento, asustado, cariñoso, huraño.
Es importante establecer esta distinción entre sentimientos y acciones, porque un niño puede aprender a dominar sus acciones, pero no sus sentimientos.
Los sentimientos del niño, como sus pensamientos, surgen en su mente espontáneamente. No tiene control alguno respecto a cuándo o cómo le sobrevienen.
Tomemos el sentimiento de la ira, un niño no puede por menos de sentirse a veces enojado u hostil. Es irrazonable esperar que controle el sentimiento de la ira. Pero es razonable esperar que aprenda a refrenar las acciones que expresan ese sentimiento mediante un comportamiento antisocial, tal como pegar, arrojar arena o morder.

Para educar hijos psicológicamente sanos, con un fuerte concepto de sí mismos, los padres deben permitir que los niños expresen sus sentimientos.
Tomemos un ejemplo de cientos: en un parque, un niño de unos seis años que parece muy enfadado le grita a su hermana de cuatro ¡te odio! .La madre en vez de intervenir para alentar al niño a expresar sus sentimientos (a ver Tomy, desahógate, cuéntale a tu hermana cómo te sientes y por qué), replica: ¡vamos Tomy, es tu querida hermana, tu no la odias, la amas! Eso es una mentira y el niño lo sabe. Su madre está intentando hacer trampa con sus sentimientos. Desde luego, la madre no puede cambiar la cólera que siente por su hermana. Todo lo que puede lograr es enseñarle a ser deshonesto con sus propias emociones. Puede enseñarle a ocultarlas profundamente, para que afloren luego de manera furtiva, tal como la de pegarle a su hermana cuando la madre no este mirando.
Este ejemplo ilustra el hecho de que los padres en general no toleramos que nuestros hijos nos digan cómo se sienten. En lugar de ello tratamos de disuadirlos de sus sentimientos, sobre todo de los sentimientos considerados como “negativos”, como la ira, el miedo, la timidez, la congoja o la inseguridad.
¿Por qué los padres obramos de ese modo? ¿por qué no consentimos que nuestros hijos manifiesten sus emociones negativas? Hay una razón muy sencilla, probablemente, cuando éramos niños no se nos permitió expresar nuestras emociones “negativas”. Y así, sin saberlo, imbuimos esas mismas inhibiciones psicológicas a nuestros hijos.
Es menester que permitamos a nuestros hijos expresar libremente sus sentimientos, todos sus sentimientos, tanto los negativos como los positivos.
Los sentimientos reprimidos son perniciosos para la salud mental. Los niños, en general, expresarán sus sentimientos hasta que les enseñemos a no hacerlo. Es por eso por lo que dos chiquillos pueden estar peleándose encarnizadamente por la mañana y ser de nuevo grandes amigos por la tarde. Pero los padres de esos mismos niños quizá se guarden rencor durante meses.
Los niños no solo necesitan que se les permita expresar sus sentimientos sino que necesitan cerciorarse de que sus padres comprenden verdaderamente cómo se sienten. Cuando están asustados, o desamparados, o furiosos, u ofendidos, quieren que los comprendamos. Una técnica adecuada para ello es la llamada “técnica de la retroacción” descrito por un psicólogo llamado Carl Rogers en la década de los cuarenta. Que consiste en lo siguiente:
Le demuestras a otra persona que comprendes verdaderamente cómo se siente exponiéndole sus sentimientos con tus propias palabras y reflejándoselos como en un espejo. Ejemplos:
- “Mi hermano me pegó!”
- Estás furioso porque te ha pegado tu hermano, o: por eso estás enfadado, porque tu hermano te ha pegado

- Hay un lobo en mi cuarto.
- Vamos a ver, siéntate aquí y cuéntame cómo te sientes por culpa de ese lobo.
Y retransferirle durante toda la charla sus sentimientos, diciéndole cosas como “verdaderamente te sientes atemorizado por el lobo”, “ese viejo lobo te asusta mucho”…no pretenderemos persuadirlo de sus sentimientos, simplemente reflejaremos las emociones que él expresa.
Un ejemplo de la semana pasada mientras bañaba a San cansado y sollozando (normalmente los baña papá pero estos días llega tarde a casa porque asiste a un curso).
- Extraño a papá!
- Si ya lo creo, a esta hora normalmente esta aquí con nosotros
- Si, pero tiene que ir a esa escuela…yo lo extraño porque juega conmigo.
- Aja, te gusta jugar con él.
- Me gusta jugar al volcán y al caballo y a las motos
- Ah, te gustan los juegos de aventarse en la cama con papá!
- Si
- Ya veo
- Hmm, bueno, también me gusta que no venga porque tu me bañas en la tina
- Así es…
Ya desde el cuarto renglón no había llanto. Es fácil de entender cómo aplicar la técnica sólo que es difícil ponerla en práctica, hay que hacer a un lado el agobio que traemos y nuestros propios sentimientos para ponernos a reflejar los sentimientos que están expresando; en mi caso, me cuesta trabajo aceptar el llanto, aceptar que no debo impedirlo (ya se sabe, el típico “no, llores” “al rato viene papá” ese lo traigo en automático, es difícil hacer caso omiso de la propia educación y de el hecho de que hemos pasado muchos años de nuestra vida procurando tranquilizar a otras personas, aconsejarlas o apartarlas de sus sentimientos negativos. Así, esta técnica va a contrapelo de nuestra formación.
En una ocasión una amiga mía muy querida (sin hijos) nos visitó en la casa, ya era tarde y los niños querían irse a la cama, mi hijo expresó claramente: debes irte a tu casa porque ya tenemos sueño. Mi reacción fue apurar la plática, pedirle que me permitiera subir a dormir a los niños mientras ella revisaba unas cosas en la computadora. Luego de dormirlos bajé y ella me hizo el comentario de que sintió que mi hijo le “faltaba al respeto”. Cosa que yo no percibí en absoluto, él no hizo más que ofrecer una solución a la situación que le estaba molestando, estaba cansado, sobrepasaba la hora en que normalmente nos vamos a la cama, expresó su idea de una forma clara y además cordial, sin llantos o pataletas. Ese “me faltó al respeto” creo yo, era una vocecilla no de mi amiga, sino de la estricta educación que recibió en la infancia. Definitivamente creo que en lo general no estamos acostumbrados a expresar nuestros sentimientos libremente ni a dejar que los otros nos expresen sus sentimientos, siempre andamos “maquillándolos”.
Dodson cita un ejemplo parecido y concluye con este párrafo:
“Pero ¿no es esto dar licencia al niño para que te falte al respeto, en especial si le dejas decir que te odia?, preguntarán muchas madres. No creo que el consentir la expresión de las emociones tenga nada que ver con lo que de verdad es respeto o falta de respeto. Un niño respetará a sus padres si percibe que estos saben más que él, lo tratan afablemente y lo respetan. Mas, de vez en cuando ese niño se enojará con sus padres. Si es esto lo que el niño siente, y los padres no le permiten manifestar sus sentimientos, el niño tendrá de todos modos esos pensamientos de enojo. Es mejor consentirle expresar su cólera, porque si no lo haces va a serle mucho más difícil controlar su comportamiento. El expresar los sentimientos de ira es como dejar salir el vapor de una caldera.

No hay comentarios: