viernes, 6 de junio de 2008

Llorar para conectarse: un nuevo acercamiento a las Rabietas


Sigo con el tema estelar de estos días en casa, las rabietas, una cuestión que me rondaba en la cabeza: y si las rabietas son algo tan normal y natural en todos los niños, ¿por qué evitarlas?; encontré este artículo de la revista Mothering y lo traduje para mi, pero me gusta tanto que lo voy a colgar aquí en este cajón, me gusta este nuevo concepto: La rabieta es como un estornudo, que limpia el sistema emocional del niño, lo libera de un mal sentimiento para retomarse a si mismo y volver a ser el niño racional y amable de siempre...todo lo que hay que hacer es dejarle exorcizarse...jeje.
La ilustración, de Pati Metola.



Llorar para conectarse: Un nuevo acercamiento/punto de vista a las Rabietas.
Patty Wipfler


Un hombre en mis charlas de paternidad está exasperado por el comportamiento de su hijo de dos años:
“Primero, quiere un vaso de leche”, me dice. “le sirvo el vaso y se lo doy en la mano, y él se enoja y me dice que no lo quiere. Así que digo, ok, entonces, yo me tomo el vaso de leche” Le trato de enseñar que soy flexible. Pero a él tampoco le parece y dice “No, no te lo tomes, yo lo quiero!” Se lo ofrezco de nuevo y él lo avienta! Qué está pasando?” Él agrega que estos episodios van en aumento. Qué podría terminar este ciclo de deseos contradictorios que se está saliendo de control? Qué está haciendo mal él? Qué es lo que su hijo necesita?

Este niño estaba oscilando en la edad-etapa de las rabietas, un lugar muy incómodo para él y para sus padres. Todos los niños que conozco tienen momentos en que nada de lo que pidan ayuda realmente, y cuándo cada intento de satisfacer sus necesidades pareciera empeorar las cosas. Yo le ofrecí a este Padre una nueva perspectiva de las rabietas que hace que el “paternar” a niños pequeños sea mucho más simple, pero no más fácil. La idea es que tu como padre puedes, de forma segura y serena, permitir que tu niño tenga la rabieta que está expresando. Esa rabieta es necesaria, es sana y es sanadora. Todo lo que necesitas agregar es tu cálida atención. La rabieta que le estás permitiendo tener aclara un enredo en su sistema mental y emocional de tal manera que él puede volver a pensar bien de nuevo.

Veamos este acercamiento/punto de vista en términos más generales. La mayoría de nosotros evaluamos nuestra paternidad de forma muy estricta. Cuando nuestros niños están felices, cooperativos, amorosos y elegantes, nos llenan de orgullo por ellos y por nosotros como padres. Cuando nuestros niños no están felices o se portan irracionales, nos imaginamos que algo ha ido mal y tendemos a culparnos a nosotros mismos o a ellos. En corto, hemos sido entrenados para pensar en los enojos de nuestros niños como “malos”.

Cuando el enojo aparece, queremos terminarlo tan rápido como sea posible. Algunos padres tratan con la distracción o con razonamientos; otros usan la intimidación o la fuerza. Cualesquiera que sean nuestros métodos, la sabiduría popular nos dice que es nuestro trabajo terminar con ese enojo. Requerimos que nuestros hijos se traguen su enojo y sean “buenos” de nuevo. No queremos que crezcan como incivilizados, y no queremos sentirnos o vernos como “malos” padres con hijos “malos”.

Pero qué pasa si, contrariamente a lo que hemos crecido creyendo, las rabietas y otras expresiones de los sentimientos son realmente útiles? Y si las rabietas son como estornudos –una reacción natural cuya función es limpiarnos de los cuerpos extraños? Tal vez la lucha común del padre contra el niño en momentos emocionales no tendría que suceder. Tal vez podemos tirar por la borda la pizarra mental de que cada fusión es una marca en contra de nuestros niños o en contra de nosotros mismos.

Hay cuatro percepciones pivote que nos pueden ayudar a ver a las rabietas bajo una nueva luz.

Los niños disfrutar siendo fáciles, amantes, cooperativos y ávidos de aprender. Los niños están hechos para recoger muchas buenas vivencias, y para trabajar con alegría y entusiasmo.

La naturaleza buena de los niños puede oscurecerse por malos sentimientos. Cuando están tristes, afligidos, aburridos, frustrados o avergonzados, o cuando se sienten sólos o inapreciados, su naturaleza buena se incrusta de malos sentimientos. Esta tensión emocional empuja su comportamiento fuera de la pista, lejos de la confianza, cooperación y entusiasmo. Cuando están cargados de malos sentimientos, los niños literalmente no pueden pensar. Los sentimientos hirientes confinan al niño a un comportamiento de desamor, miedo o irracional. Un niño presentará abiertamente este comportamiento como señal de auxilio. El niño que primero quería leche, después no y después si y luego no, estaba señalizando tan claramente como podía que su habilidad para pensar estaba comprometida. Él estaba pidiendo ayuda con un nudo de sentimientos rebeldes.

Con un poco de ayuda un niño que está enojado o inflexible puede recuperar su habilidad para razonar y para estar contento. Para lograr esto él necesita un adulto cerca que lo apoye mientras él gestiona su enojo.

Un niño llora, comienza una rabieta, o en ocasiones, tiembla y lucha, para exponer y descargar sus malos sentimientos. Durante su enojo, está haciendo su mejor esfuerzo para dirigirse fuera de ese estado irracional. Mi sugerencia al padre cuyo hijo está al borde de una rabieta puede sonar contraintuitiva, pero funciona. Él podría tratar de dejar de resolver el irresolvible problema del vaso de leche, ir junto a su hijo y poner toda su atención en ver qué pasa después. El niño le mostrará el camino. Usualmente, cuando un niño siente que el padre ha desacelerado y se interesa en él más que en resolver el problema práctico, los sentimientos crecen y se expulsan, justo como tiene que ser. Los sentimientos expulsados son sentimientos resueltos. Los sentimientos expulsados no son una evaluación permanente del niño a la calidad de nuestra paternidad. El padre puede escuchar cuidadosamente la rabieta, manteniendo a su hijo a salvo, confiando en que él pronto regresará a un estado mental más razonable.

Se necesita coraje para escuchar tu primera rabieta de principio a fin. Usualmente es como una coladera emocional para el padre que lo intenta. Como cuando abres los ojos bajo el agua por primera vez, te angustia pensar que te vas a hacer daño. Pero los resultados son casi siempre fuertemente convincentes. Tu hijo se siente escuchado, ve que has estado con él aún en el peor de los momentos que ha sentido. Su mente se aclara y la vida lo satisface de nuevo.

Conforme los padres toman experiencia estando cerca de sus hijos mientras pasan sus tormentas emocionales, ellos encuentran que el viaje ya no es tan arriesgado. Los enojos de sus hijos, que alguna vez parecían apuntar un serio fallo, ahora simplemente señalan la necesidad de un buen llanto o una buena rabieta. El sistema del niño va sobre ruedas, sin implicar culpa o vergüenza, y el remedio es húmedo y salvaje, pero simple.

Las rabietas son integrales al proceso de aprendizaje
Las rabietas surgen cuando las expectativas de los niños llegan a ser más ambiciosas y más detalladas. Sus ideas de lo que quieren hacer son magníficas, mientras que sus habilidades sólo crecen mediante el desordenado proceso de prueba y error.
Conoces la escena. Tu hija no puede hacer las cosas como quiere y, crédito para ella, no se dará por vencida intentándolo. Eventualmente, ella se queda sin nuevas ideas. Ella quiere tener éxito, pero no encuentra la manera. Tus bienintencionadas sugerencias no ayudan porque en este estado emocional ella no puede hacer uso de ninguna guía, ella se desmoronará o abandonará el esfuerzo. Distraerla de su esfuerzo algunas veces esquiva la rabieta y ayuda a corto plazo pero no a largo plazo. Cuando ella regrese a esa tarea del aprendizaje (o cuando, cinco minutos más tarde, ella encuentre otro pretexto para encender sus sentimientos), la frustración explotará de nuevo, porque hasta que una rabieta la disuelva, la frustración se queda guardada en ella, luchando para ser liberada. Los sentimientos de frustración son interferencias diarias en el proceso de aprendizaje, un inevitable resultado del conflicto entre lo que los niños esperan y lo que resulta posible.

Como director de un centro de infantes y preescolares, he visto rabietas en todos y cada uno de los niños. Nosotros construimos relaciones muy cercanas con los niños. Los hemos visto pasar a todos por periodos de tiempo en donde aceptan retos sin perder el equilibrio. Inevitablemente, sin embargo, tenían temporadas en donde parecía que cualquier pequeña decepción desencadenaría una rabieta. Nosotros vimos que niños que estaban a punto de caminar, niños que estaban a punto de hablar, y niños que estaban haciendo relaciones más cercanas con otros, eran más proclives a presentar rabietas. De hecho nosotros primero notabamos la rabieta, y luego observabamos cuidadosamente para descubrir en qué salto o avance estaba trabajando ese niño tan duramente. Nosotros los adultos estamos entrenados para ser tan dependientes del lenguaje verbal que tendemos a ser lentos en la interpretación del lenguaje del comportamiento de los niños.

Recuerdo a Janna, quien estaba comenzando a decir sus primeras palabras. De repente ella gritaba, se tiraba en el piso y presionaba su mejilla en la alfombra. Ella se arrastraba llorando con la mejilla contra el piso durante 5 o 10 minutos. Yo permanecí cerca y pendiente de evitar que se pegara en la cabeza con algún mueble mientras ella hacía su ruidoso trabajo alrededor de la habitación. Le murmuraba que veía lo duro que estaba siendo, que ella estaba haciendo un buen trabajo al enseñarme cómo se sentía, y que yo estaba listo para recibirla entre mis brazos cuando su explosión terminara. Finalmente ella se sentó en pacíficamente en mi regazo, me dejó encontrar su mirada fija y acariciar su sudada cabeza, y después estuvo lista para jugar. Después de unas semanas de muchas “fusiones” más palabras estuvieron a su disposición, y sus rabietas disminuyeron.

Cuando tenía dos años, mi hijo menor tuvo una serie de rabietas que están grabadas en mi mente. Él estaba intentando pegarle a un globo lanzándolo hacia el techo una y otra vez. Pensé que no pasaba nada hasta que él de repente colapsó en un frenesí. Me acerqué y le presté atención, no sabiendo qué es lo que lo había puesto así, pero sabiendo que una vez comenzado, él necesitaba terminarlo, y que me necesitaba ahí. Después de algo así como cinco minutos, su mente se aclaró y se levantó, nos conectamos y regresó a pegarle alto al globo de nuevo. Un golpe y él se vino debajo de nuevo, pateando y pegando. En este punto me di cuenta qué estaba pasando: él se pensaba que era capaz de hacer que el globo pegara en el techo, y no podía! Sus expectativas eran mayores que sus habilidades. Después de otra pequeña ráfaga de energía frustrada, él terminó, se conectó conmigo, y recogió el globo para jugar con él de nuevo. Él estaba finalmente feliz con lo que podía hacer con el globo. Estas rabietas de “salto en el aprendizaje” y de “ajuste de expectativas” son vitales, partes integrales del proceso de aprendizaje. Cuando la curva de aprendizaje de tu hijo esta alta, cuando está activo y esperanzado, las rabietas pueden ser frecuentes; tu hijo está recuperando su habilidad de tratar de nuevo cuando ha fallado y ajusta sus expectativas de si mismo, o de lo que le es permitido hacer, y de ti. Está aprendiendo por experiencia y deshaciéndose de sus sentimientos negativos que algunas veces le vienen de tratar tan duro y encontrarse con una decepción. Las rabietas son el “estornudo” que expulsa el “material extraño” de la frustración de la mente y el cuerpo de tu hijo, para que pueda estar de nuevo orgulloso de sus habilidades y de sus circunstancias.

Las rabietas pueden conducirnos a trabajar sobre las cuestiones principales
Algunas explosiones que parecen rabietas están directamente conectadas con grandes y atemorizantes sentimientos que el niño ha interiorizado pero no aún descargado. Ellos permanecen almacenados en él, sostenidos por muchos pequeños cables. Cuando la vida es buena y segura y surge una pequeña dificultad, uno de esos cables jala un sentimiento de los grandes, el más apropiado según la amenaza previa, pero se muestra desproporcionado según el pretexto del momento.

Por ejemplo, tengo una sobrina que entraba en pánico, luego explotaba en una reacción salvaje siempre que ella se encontrara en un espacio reducido. Me acuerdo de jugar con ella un día en la cocina. Avanzamos lentamente y felices juntas debajo de una pequeña mesa de niños, que era donde ella quiso ir. Nos reíamos y disfrutábamos una de la otra. Ella alzó la vista, vio que el espacio era pequeño con nosotras dos allí, y sus ojos se tornaron grandes. Ella comenzó a golpear y gritar en un instante.

Esto inicialmente parecería una rabieta, pero rápidamente se convirtió en un intento de trabajar con los sentimientos salvajes de pánico. La sostuve y le tranquilicé diciéndole que ella estaba bien, que ella podría salir de ahí, y con calma nos saqué a las dos. Una vez afuera, ella siguió gritando y retorciéndose y lloró durante mucho tiempo - los sentimientos habían sido provocados, y no importaba mucho dónde estuvieramos. Cuando su madre vino, su trabajo emocional fue intensificado - la Mamá significa mayor seguridad y aún mayores sentimientos. Cuando ella terminó, se relajó, se conectó, y jugamos un poco más.

Mi sobrina había estado teniendo "sesiones" similares relacionadas con estar en sitios reducidos desde que tenía seis meses. Su padre y madre aprendieron a sostenerla y apoyarla en estas ocasiones, adivinando que ella había llegado a estar aterrorizada durante su nacimiento ya que había permanecido en el canal de parto durante tres horas antes de que su madre pudiera empujar para dar a luz. El que sus padres la hayan escuchado ayudó a trabajar con esos miedos que cargaba de aquella experiencia. Durante un par de años ella indicaba una larga sesión casi diaria de gritos y luchas. Comenzó su vida como un bebé cauteloso, vigilante y sereno. Para la edad de tres años ya se había convertido en una niña adorable y relajada –una transformación total de personalidad que nuestra familia entera atestiguó maravillada. Ella es ahora una adolescente, una atleta, muy estudiosa, y sobre todo una joven sin miedos.

Sentirse cómodo en el Territorio de las Rabietas
Probablemente el paso más importante que usted puede tomar para manejar bien una rabieta es planearla. Generalmente, si su niño tiene una rabieta cada tarde en su silla alta, usted simplemente debería incluir aquella rabieta en sus proyectos de cena. Usted puede dejar el horno encendido y aplazar la cena en cuando la rabieta comienza, para que la cema siga caliente cuando esta termine.

Ahora está usted preparado. Cuando su niño comience a enojarse, acérquese. A veces, la parte inicial de escuchar una rabieta de un niño involucra la decisión de no aplacarla. Si su hija ha escogido un vestido para usar hoy, pero comienza un alboroto cuando usted trata de ponérselo, usted podría preguntarle qué otro vestido quiere. Si ella tampoco quiere el segundo vestido que escogió, usted puede estar seguro que tiene una niña que busca alivio emocional. Todo lo que usted necesitar hacer para ayudarla a recuperarse es dejar de traer vestidos. Amablemente decir, “creo que tienes que decidirte por uno de estos dos que has escogido” Esto le permite a ella comenzar la rabieta que necesita para volver a ser razonable.

Aquí están algunas directrices generales para capear la tormenta que sigue.

Permanezca cerca de su niño, manténgalo seguro, pero no trate de pararlo. Déjele moverse. Una rabieta está llena de ruido y movimiento. Su niño se pondrá muy caliente y puede transpirar. Él tiene que retorcerse y menearse alrededor para conseguir lanzar la frustración fuera de su sistema. Usted puede ser el manager de seguridad, asegurando que él no se pega con nada mientras procede. Si él se golpea la cabeza, o se golpea él mismo, con cuidado ponga la mano entre su cabeza y el piso, o entre su cuerpo y su cabeza para que él pueda usar su fuerza sin herirse a si mismo. Su lucha contra fuerzas invisibles lo está ayudando a recuperarse del insulto de no ser capaz de hacer que sus ideas y expectativas trabajen. Déjele saber que usted está de su lado diciéndole cosas como: “sé que querías jugar con las latas, lucen tan bien, pero son demasiado afiladas” O “me quedaré contigo, te ayudaré a esperar a la varita mágica de las hadas” O “nadie te hará daño mientras estás en la silla del coche, prometo que saldrás de ahí, siempre sales de ahí”. La mayoría de las rabietas son relativamente cortas, usted puede esperar escuchar unos 5 a 15 minutos. Una vez que es escuchada la rabieta cede rápidamente, quiza hasta con algunas risas y el caluroso afeto entre el niño y el escuchante. La transformación de su hijo desmoronado en una persona amable y razonable es una de las maravillas reales que un padre puede trabajar. Él irá ganando un cúmulo de paciencia que usted apreciará durante las siguientes horas o días.
Si usted se encuentra en un lugar público tal vez querrá cargar a su niño y llevarlo a un lugar más refuagiado para permitirle lidiar con su rabieta. Los niños a menudo eligen los lugares públicos para comenzar rabietas. Puede ser que se sientan más seguros de explotar con montones de gente alrededor, o talvez lo dificil de estar en un ambiente entre adultos es lo que finalmente satura su tolerancia. A menudo no vale la pena llevarse al niño retorciéndose a un punto con menos público para sentirse más libre de manejar las cosas pensadamente. Si usted no tiene un coche cerca, el lado de las entregas en el supermercado, la sección de ropa interior o de calcetines de una tienda departamental, los pasillos delanteros de su templo o iglesia pueden servir como refugio para que su niño haga el trabajo. Pida ayuda si lo necesita: “podría mover mi carrito de la compra hacia un lado, volveré en cinco minutos” Si usted se siente capaz de manejarlo, un toque de humor ayuda: “Parece que tenemos dificultades técnicas! Quiero comprar esto. Regresamos en cinco minutos cuando mi amigo se sienta mejor!” Los mirones se complacerán de ver que usted parece saber lo que está haciendo. De hecho la mayoría de ellos se han enfrentado a la misma situación alguna vez asi que no se preocupe mucho por ellos.
Trate de recordar que la frustración de su hino No es su culpa, o culpa del niño, y que la rabieta es un evento bueno y sanador.
A menudo, vernos expuestos a las crudas emociones de nuestros hijos nos hace sentir las crudas emociones que nosotros mismos hemos ido almacenando congeladas durante meses y años. Y a menudo pareciera que nosotros traemos a la luz también nuestros sentimientos guardados reflejándolos en los niños , esto es, suponemos lo que el niño debe estar sintiendo. En realidad, si estamos teniendo un sentimiento al respecto, ese sentimiento es sólo nuestro y no puede ser sino una vaga semblanza de lo que el niño está sintiendo. (Nuestros niños a menudo toman sus más profundos sentimientos y los atan a pequeños pretextos. Nosotros a menudo tomamos nuestros más profundos sentimientos y los atamos a lo que nuestros niños hacen). Para ser capaces de complacerse a si mismos y apoyar a sus hijos en estos momentos emocionales, los padres necesitan la oportunidad de explorar y expresar sus propios sentimientos, Platicar con un buen interlocutor a cerca de cómo están llendo nuestras vidas es una forma excelente de sacar las cosas y construirnos la seguridad de tener una buena carcajada o un buen llanto (o rabieta!) para nosotros mismos. En mis clases para padres, los aliento a unirse a grupos de padres, en donde cada uno tiene un turno para hablar, ininterrumpidamente, sin previo aviso. Los padres que han sido escuchados ganan más confianza en su sabiduría para enfrentarse a las “sesiones” de liberación emocional de sus niños, y se sienten menos culpables cuando suceden esos arrebatos inevitables, porque ya han experimentado el alivio de una buena carcajada o un buen llanto de ellos mismos.

¿Es esté acercamiento/punto de vista demasiado Permisivo?
Este es el gran cuestionamiento. Si escucho las rabietas, ¿mi hijo eventualmente se comportará bien de nuevo? Pareciera que hay muchos momentos en donde aparecen los enojos desordenados. Si los escuchamos todas las veces, ¿no se convertirán en rebeldes? ¿No estaremos reforzando la falta de control?

Apoyar a un niño para completar su rabieta parece permisivo pero no lo es. La permisividad es ignorar un mal comportamiento o fallar al establecer límites razonables en el comportamiento. No es de ayuda para los niños ignorarles un mal comportamiento, ni tampoco no ponerles límites razonables. Los niños confían en que nosotros los mantendremos seguros y en la pista., este método de “escuchar” la rabieta nos dice “intervenga cuando su niño salga de la pista, amable pero firmemente prevenga cualquier daño, impetuosidad, lanzamiento, destrucción o dejadez. Vaya por delante y traiga el límite hacia su hijo, parando físicamente el comportamiento que no está llendo bien. Pero permita los sentimientos mientras usted sostiene los límites.” Las rabietas,
gritos, temblores y transpiración en el niño mientras libera su miedo, y todos los ruidos altos implicados en la liberación emocional no son un mal comportamiento. Son un proceso sanador que coloca a tu hijo bien consigo mismo de nuevo.

A largo plazo, cuando los niños son tratados permisivamente su comportamiento puede ser mayor y más drástico. Un niño que está asustado, por ejemplo, necesita que alguien lo pare si está a punto de hacerle daño a alguien, pero que le pernita expresar los sentimientos que son la base de su agresión. Sin límites, aquella agresión aumentaría.
La permisividad (y el castigo también), dan como resultado patrones de comportamiento que se profundizan y dificultan mientras que el niño desesperadamente da señales de que no puede pensar y necesita liberación emocional.

Disfruta el progreso que has ayudado a crear.
Desde que tu permites que tu hija exprese sus rabietas, ella tal vez presente varias más, porque has abierto las puertas de un almacén lleno de sentimientos inexpresados. Ella estaba esperando esta oportunidad para liberar viejos enojos, ella está impaciente por recuperarse a sí misma! Fijate en cuán bien se conecta tu hija contigo después, cuán cariñosa ella es capaz de ser, cuán esperanzada y flexible es ella después de un buen arrebato. Verás signos alentadores de que su mente se está despejando y de que está adquiriendo nuevas habilidades. Habrás ganado el poder que ya quisieran muchos padres para si: cuando los experimentos de sus hijos han fallado o sus expectativas han sido rotas, tú puedes ayudarlos a recuperar el orgullo y la esperanza.

¿Permitir una rabieta no destruye la confianza del niño en ti?
Los padres nos dedicamos a construir y cuidar lazos emocionales cercanos con nuestros niños para que tengan la base de confianza y apoyo que necesitan para prosperar. Esto tiene sentido, de hecho, el centrar nuestra paternidad en constriuir y reconstruir esa cercanía. Pero la cercanía no protege a los niños de todas las frustraciones o temores que se acumulan en el transcurso de un día. Y la cercanía, por sí misma, no es el antídoto completo para sortear los miedos y las frustraciones que los niños adquieren. ¡Si así fuera, nuestros amados niños no vendrían con miedos o frustraciones tan a menudo como lo hacen!

Cuando tememos los momentos de llanto o de rabieta de nuestros niños, es a menudo porque la mayoría de nosotros fuimos dejados solos o fuimos activamente atacados por demostrar nuestros sentimientos abiertamente. Nuestros recuerdos de momentos emocionales no son de apoyo amable y aceptación. Si fuimos tan afortunados de niños, pudo haber habido veces en que alguien pacientemente escuchó mientras sentíamos la frustración pura, pero este evento sería culturalmente raro. Entonces no podemos menos que tener miedo al apoyar a nuestros hijos cuando ellos expresan sus sentimientos.

Estos miedos están atados a nuestra propia experiencia, no a la experiencia con nuestros niños, quienes visiblemente se beneficiarían de que los escucháramos si pudiéramos permanecer con ellos a través del viaje emocional completo. De hecho, cuando tu hijo se está desmoronando emocionalmente, es realmente, un excelente momento para fortalecer el apego entre ustedes. No parecerá que él escucha el amor y la aceptación que le estás ofreciendo –él estará muy ocupado con su trabajo—pero cada palabra que digas, cada tono amoroso de tu voz y toque dejarán huella. Él verá que tu estás con él en las buenas y en las malas. Esto es el mejor seguro que un padre puede ofrecer.

1 comentario:

~ tilde ~ dijo...

Hola, acabo de descubrir tu blog, se fue directo a mis favoritos.
Tengo una hija de casi un año, es un sol. Me gusta mucho leer sobre educación respetuosa con los niños, creo que algunas tendencias culturales y sociales son terribles tanto para ellos como para los padres.
De verdad creo que es un aporte que existan sitios como este donde madres y padres puedan aplacar sus inquietudes sobre el difícil proceso de crianza.
Me apreció muy interesante lo de las rabietas, cuando comiencen a llegar tendré en cuenta los consejos.

Muchos saludos desde Chile!