miércoles, 8 de diciembre de 2010

Rabietas maternas/paternas

“Algunos los padres se permiten el privilegio de tener sus berrinches (rabietas) y castigar los de sus hijos”

**Ilustración de Quentin Gréban

Uno de los capítulos más interesantes de “El niño feliz, su clave psicológica” sin duda es el referente al manejo de los sentimientos negativos. Muy completo el análisis que hace sobre los berrinches y sobre la manera en que los padres podemos trabajar constructivamente la ira de nuestros hijos aceptando todas las partes de su ser sin juicios de valor como base del autorrespeto.

Pero aún más valiosa me parece la aportación de la autora en cuanto a los párrafos dirigidos a la Ira de los padres. La mayoría de libros de crianza cuando hablan de resolución de conflictos se dirigen hacia los sentimientos del niño, cómo enseñarlos a expresar los sentimientos negativos sin recurrir a actos violentos, cómo modelarlos a nuestra conveniencia (o a la conveniencia social); y de pronto me parece que están dirigidos a padres de cartón, que están dispuestos a seguir como receta de cocina los “pasos para sobrellevar una rabieta”. Nada más lejos de la realidad, nuestros sentimientos propios también se están cocinando en el caldo de emociones del momento.

Y más que eso, la forma en que yo acepto y manejo mis propios sentimientos negativos es un modelo para que ellos mismos manejen los suyos. Sería muy fácil desear tener hijos llenos de virtudes pero ¿qué tan virtuosos somos los padres? ¿cuánto estamos dispuestos a trabajar en nuestra propia persona para servir como modelo a los hijos que deseamos?

Las madres y los padres también somos capaces de albergar ira, hay que aceptarlo. A pesar de que se nos haya enseñado a relegarla a un segundo plano.

El código de la ira:

Con frecuencia los seres humanos transformamos en ira nuestros sentimientos primarios de preocupación, culpa, decepción, rechazo, injusticia, choque, incertidumbre o confusión. Rara vez se presenta la ira en primer término.

El saber que la ira cubre una emoción anterior nos ayuda a manejarla con mayor eficiencia, tanto en nosotros mismos como en nuestros niños.

A la mayoría de nosotros le enseñaron que la ira es “mala”, y que no debiera existir. Por nuestra parte, enseñamos a nuestros hijos que es inaceptable. Y así, ellos se sienten menos valiosos en los momentos que están iracundos.

La ira es uno más de los hechos de la vida: una de las muchas emociones que los seres humanos hemos heredado.

Manejo de la propia ira.

El primer paso es aceptar ese sentimiento en nosotros mismos. La vergüenza y la negación de nuestra hostilidad nos harán prácticamente imposible manejar las iras de nuestros hijos, ya que, en estas condiciones, sus impulsos agresivos detonarán nuestros propios arsenales prohibidos de animosidad.

El segundo paso a seguir cuando la ira se presenta en nosotros será el de verla como lo que es: un código que a la vez oculta y delata la presencia de una emoción anterior. La próxima vez que nos enfademos, busquemos la emoción subyacente. Tomemos ese primer sentimiento y compartámoslo, a él, no al código.

El hábito de manejar así la propia ira nos transforma en modelos positivos para nuestros hijos. Además si compartimos los sentimientos primarios, causaremos menor daño a la autoestima que con ataques verbales agresivos. La ira atemoriza a los niños.

Para compartir esos sentimientos primarios, debemos enviar “reacciones del yo” y no “juicios del tú”. Concepto al que hace referencia en capítulos anteriores:

Para evitar los juicios, hable con su hijo de lo que pasa dentro de usted, pero sin emplear rótulos.

Las palabras que rotulan –adjetivos y sustantivos que describen a las personas- causan problemas. Palabras tales como: haragán, desordenado, lerdo, desaliñado, grosero, mezquino, egoísta, pícaro, agradable, bueno, malo, desvergonzado, etc. Son enjuiciatorias por naturaleza. Tales rótulos no tienen cabida en el vocabulario de los adultos que dan a sus hijos una crianza positiva.

En general las frases que se centran en el niño y lo describen con sustantivo y adjetivos constituyen juicios. En cambio la mayoría de las que se refieren a uno y a lo que pasa en su interior son reacciones ante determinada conducta. Veamos algunos mensajes, enviados primero como juicios y luego como reacciones:

Juicios del tú:

1. ¡eres tan lento!

2. ¡no seas sucio!

3. ¡qué desordenado eres!

4. ¡eres mentiroso!

5. Tienes buen gusto

6. ¿No se te ocurre algo mejor que jugar en la calle?

Reacciones del yo:

1. Temo que llegues tarde a la escuela

2. No quiero tener que barrer las migas de ese bizcocho que dejas caer

3. Este desorden me aburre

4. No puedo contar con tu palabra cuando no coincide con lo que haces

5. Me gusta el vestido que elegiste

6. ¡Me siento tan frustrado que no lo soporto! Te he hablado una y otra vez sobre los peligros del juego en la calle. ¡Tengo terror de que te accidentes!

El secreto de la seguridad psicológica consiste en reaccionar, pero omitir los juicios.

El aprendizaje de la omisión de los juicios dista de ser fácil, ya que la mayoría de nosotros ha pasado la vida siendo juzgado… Para librarnos de este hábito , tendremos que empezar por advertir que estamos juzgando. Y cuando nos oigamos hacerlo deberemos transformar el juicio en reacción.

Es obvio que la mera toma de conciencia no bastará para eliminar años de hábito. No obstante, la vigilancia y la práctica constantes pueden convertirlo a uno, y la recompensa bien vale el esfuerzo.

Es cierto que todo niño acabará por ser rotulado en el mundo exterior (amigos, maestros, empleadores). Pero es más probable que pueda pasar por alto los juicios de los ajenos si la gente importante en su vida no lo ha ahogado en evaluaciones personales, particularmente durante los años de su formación. La falta de enjuiciamiento por los familiares próximos le ayudará a transformar los rótulos de los demás en reacciones. De este modo su autoimagen se ahorrará flechazos innecesarios.

Los “juicios del tú” invitan al niño a ponerse a la defensiva y no prestarnos atención. Y por supuesto que si ese niño cree en tales juicios, estos dañarán su autoestima.

Por otra parte, cuando uno no hace el papel de juez, los niños se sienten en mejores condiciones para compartir sus sentimientos con uno. Además, nuestras “reacciones del yo” les brindan ejemplos constructivos que ellos pueden emplear.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta. Podrías poner ejemplos de comentarios carentes de juicio? Cuando leí "pintará los soles de su camino" me quedé con ganas de más ejemplos. Es como aprender otro idioma para mí!
Gracias! :)

Anónimo dijo...

gracias por lo que compartes Ale, es muy valioso!

Ileana Medina dijo...

Omitir los juicios!!! Ni negativos ni positivos. Ambos encierran y etiquetan.
Lo comprendo, pero ¡qué difícil en el día a día!
Gracias, Ale, estos textos son magníficos!!!
Un abrazo!!!

Sabrina dijo...

Gracias!

Últimamente me enfado más que antes y tengo unas reacciones menos pacientes, hace ya algún tiempo que pienso que tengo que ver que pasa con esto...
Creo que esta entrada me ayudará a superarlo.

Gracias también en nombre de mi hija :D

Mina dijo...

Valiosísimo todo lo que pones en esta entrada.

Lo voy a imprimir y tener a la mano.

Gracias Ale.

Ramón Soler dijo...

Muchas gracias por la entrada.

Está claro que es difícil evitar los juicios y poder expresar lo que hay debajo de la rabia, cuando aparece. Lo que sí podemos hacer es darnos cuenta de las situaciones que nos provocan y analizar lo que sentimos. Seguro que así podremos relacionar nuestras reacciones actuales con el modelo educativo que “sufrimos” de pequeños y seremos capaces de cambiar la reacción con nuestros hijos.

Un saludo

lalit dijo...

Muchas gracias, Ale, me viene con anillo al dedo!!!

Yo tengo "problemas" con este libro, ya que es el libro que leyeron mis padres para enfrentar la crianza de mis hermanos y yo. Pero no puedo más que concluír que no entendieron nada, que lo utilizaron para sentirse bien ellos (en plan, hemos leído un libro con un enfoque distinto, en plan esnob), ya que cometieron todo tipo de errores: siempre nos etiquetaban, siempre nos juzgaban, siempre nos hacían sentir mal por hacerlos sentir mal...

Cuando leo "Padres Liberados", o Jesper Juul, o Carlos González siempre termino llorando por como fuí tratada yo de niña.

Cuando leo "El niño feliz" (precisamente el ejemplar que tenían mis padres en su casa) mi corazón se llena de indignación al pensar que tuvieron este libro en las manos y no quisieron/supieron entenderlo!!!

Para mi es imposible avanzar en la lectura sin ahogarme en el remolino de mi pasado, de lo que pudo ser y no fué... Se me llenan los ojos de lágrimas.

En fin: perdón por el desahogo. Y mil gracias por estos resúmenes!!!

Te quiere, Lalit

Unknown dijo...

Suena muy sencillo pero existimos personas adultos y niños que somos iracundos por una cuestión de temperamento, y es muy díficil controlar y ayudar a tu hijo a dejar ir esa ira.

En mi caso como Mamá me trato de contener (no siempre lo logro) pero cuando el niño de tres años se pone a gritar y llorar no es tan sencillo, además para mi las reacciones del Yo que refiere el libro me parecen manipuladoras (p.e. Tengo terror de que te accidentes) e igual de malas que los juicios.

No somos jueces de nuestros hijos pero sí debemos educarlos a que existen conductas no adecuadas que por más gritos y zapateado no las pueden realizar.

Pd Me gusta mucho tu blog.

Adriana

Ale dijo...

Por supuesto que es dificilísimo evitar los juicios! si vivimos rodeados de ellos!!!

Así que Ánimo en el intento, para todos nosotros ;) y seguramente que el esfuerzo valdrá la pena, si juzgamos 50% menos a la generación de nuestros hijos tal vez a ellos les cueste mucho menos esfuerzo omitir juicios con su descendencia...y en unas tres generaciones el mundo será un mejor hogar =) hehehe si el planeta aguanta...

gracias a todos por compartir.

PD Adriana ese es el punto, que ni ellos zapateen ni nosotros ;)

María Berrozpe dijo...

Ay Ale, ni que tuviera telepatía contigo. Precisamente estoy pasando una crisis brutal, con una sensación de frustración terrible porque NO ME SALE!!!!! A la mínima me veo sumergida en el conductismo más caduco y me siento fatal. Y todo por la IRA!!!! Es verdad lo que dices de la ira. Yo también me he leído ese libro y a pesar de que entiendo perfectamente todos sus razonamiento, parece que una parte de mí sigue fuera de control. Mira un ejemplo aquí de mi fracaso: http://reeducandoamama.blogspot.com/2010/12/la-guerra-de-los-dinosaurios.html
como ves mi reacción tiene todos los ingredientes de la educación conductista!!! Que difícil lo veo a veces.......

Patricia dijo...

Qué bien está, yo lo he leído pero habría que tatuárselo. Lalit idem idem idem.

Ale, te encantaría el enfoque que le da Naomi Aldort en "Raising our children raising ourselves" da por sentado que los adultos en nuestros estados carenciales, unos más otros menos, tenemos un monólogo interior nada bueno, ella no coarta, dice que es sano reconocerselo y calmarse, dar tiempo al niño de solucionar su disgusto, acompañando,validando la ira, la de los dos, ando mucho tiempo, sin dar consejitos, ni lecciones...no sé, está muy bien

Lola dijo...

Muchísimas gracias Ale, me viene perfecto. últimamente estoy pasando por un momento difícil con mi hija y toda esa ira contenida cae sobre ella, lo de no hacer juicios qué verdad!! pero aunque somos adultos no podemos evitar "quemarnos" trataré de mejorar, que para eso estamos, gracias de nuevo

De chupetes y babas dijo...

Te concedí un premio, pasa por mi blog! ;)