Tres años después

Que si cargar o no a la bebé, que si la leche materna es lo mejor o es un agobio porque nadie que conozcas lo hace, que si dormirlos en su cuarto, en la cuna de al lado o en la cama familiar. Cuando tienes un bebé en brazos que como único código de comunicación urgente usa el llanto que sólo entendería el enterrado y menospreciado instinto materno de cualquier mujer, toda decisión parece de vida o muerte, todo parece tan cuesta arriba, tan aplastante; y en medio de la vorágine que implica tener un bebé en brazos y otro de la mano piensas que estos eternos días nunca pasarán.


Noticia de última hora: esas dudas, esas angustias, pasan. Como pasa y no regresa esa inocente mirada de tu bebé que lo expresa todo sin palabras. Como pasa y no regresa ese cuerpecito tibio que duerme pegado a su alimento una noche tras otra. Como pasa y no regresa ese olor inigualable que inunda los sentidos, ese que emana sólo de la cabecita inestable y vivaz de una cría en brazos.


Y un día cualquiera te das cuenta que una buena parte de la labor principal como madre la has cumplido. Te sorprende y te ciega como la luz del sol darte cuenta de pronto que esa bebé cuidada con tanto aliño, nutrida con tanto mimo, ya no "habita" entre tus brazos: que salta, corre, habla, juega, ensaya, propone, imagina, sueña, intenta... Que ocupa autónoma, segura y felíz el lugar que le corresponde entre todos los que le rodean.


Cuánto hemos crecido en estos tres años mi niña. Agradezco desde mi corazón de loba a la vida por cruzar tantos caminos para permitirme ser tu guía, tu alimento, tu Mamá.


Tres años después de aquella noche en que a causa de tu llegada comenzó este mi peregrinaje interno, te miro dormir serenamente a mi lado y susurro entre besos callados:

Feliz cumpleaños Azul, gracias por estar aquí. Sigue recorriendo tu camino tan pleno y tan lleno de amor como hasta ahora, ve, vuela alto con esas alas que te han crecido en este tu nido...y regresa siempre que quieras.

Mami.