A cambio, encontré un artículo muy interesante de una conferencia ofrecida en Buenos Aires en 1999, por Graciela Scheines. Toda la lectura es para aprovecharse, hasta las preguntas finales, a mi me gustaron mucho estas respuestas:
de Graciela Scheines (argentina)
Qué opina de la utilización del juego en la enseñanza? ¿Cree que el juego es un recurso poco serio de la pedagogía?
Ya nadie dice que el juego es poco serio en la pedagogía. Creo más bien que el problema es que se ha abusado demasiado del juego. La tendencia de nuestra época es hacer del juego algo pragmático, un instrumento para, darle una utilidad. Yo no estoy de acuerdo. Creo que sólo cuando jugamos juegos inútiles, cuando jugamos simplemente, el juego resulta "útil" en una dimensión trascendente, ontológica: nos hace crecer como seres humanos. Pero poner contenidos pedagógicos en los juegos de los chicos para que aprendan, es algo horroroso. Yo siempre digo que es como esa propaganda que había hace tiempo por televisión donde una señora le decía a otra cómo usaba el queso untable en sus comidas y la interlocutora pensaba: "¿cómo no se me ocurrió?". Es como si los adultos, que se han pasado la vida tratando de domesticar a esos animalitos salvajes que son los niños (no hagas esto, hacé esto, esto está bien, esto está mal, dicen en la escuela las maestras, y las niñeras y los padres y las madres en sus casas), se hayan dado cuenta de pronto que descuidaron sus juegos, que desde allí también podemos indicar, educar, domesticar. ¿Cómo no se nos ocurrió antes? La infancia no es una instancia feliz. A los chicos todo les queda grande, no alcanzan a las manijas de las puertas, no son libres de hacer esto o aquello, tienen que pedir permiso para todo. El único espacio de libertad y de poder que tienen los chicos es el juego. Por fin en el juego ellos inventan un mundo a su dimensión, allí son poderosos, son libres, ponen, sacan, nadie les está indicando lo que tienen que hacer y lo que no tienen que hacer. Si nosotros nos metemos en el contenido de los juegos de los chicos generamos un drama terrible. Porque no les dejamos ningún espacio de libertad ni de poder donde puedan elaborar esta cosa tan terrible, tan enajenante que es el mundo de los adultos. Cada niñito es un Pulgarcito del cuento de Grimm, ahí, tan chiquitito, teniendo que aprender a vivir en este mundo de monstruos y de gigantes, que es el mundo real desde la perspectiva infantil.
Por supuesto que el chico es más vivo que todo esto y, a pesar de los juegos educativos, se irá en algún momento a su pieza con otros amiguitos a inventar sus propios juegos y posiblemente se salve. Pero es terrible que los adultos se metan. ¿Cómo no se me ocurrió meterme en sus juegos? Antes interveníamos solamente en el tiempo de jugar: "No juegues todo el tiempo, tenés que hacer los deberes, podés estar en el potrero pero ya es muy tarde, una hora está bien...". Nos metíamos en el lado de afuera del juego, pero ahora nos estamos metiendo demasiado en el lado de adentro del juego, y eso no es bueno. Yo creo que el juego es un viaje de ida y vuelta. Es malo cuando un chico no puede salir del juego, cuando vive la fantasía como si fuera la realidad y no puede (y no quiere) volver a la vida real. Eso no sirve. Y tampoco un chico que no juega nunca. Lo ideal es una vida de viajes de ida y vuelta: juego - vida cotidiana, tanto para los niños como para los adultos. Nosotros los adultos nos quedamos mucho del lado de acá y hemos perdido el hábito de los juegos creativos. Además tenemos toda esa cultura judeo-cristiana culposa. Entonces nos damos permiso para jugar si es una cosa acotada, si nos aseguran que eso es útil porque nos va a despertar la creatividad, o nos va a hacer más piolas o mejores maestros... ¡No, señor! Al juego hay que jugarlo porque es inútil. Entonces sí tiene valor, un valor ontológico, nos hace crecer desde adentro en una dimensión que ni imaginamos.
Por supuesto que el chico es más vivo que todo esto y, a pesar de los juegos educativos, se irá en algún momento a su pieza con otros amiguitos a inventar sus propios juegos y posiblemente se salve. Pero es terrible que los adultos se metan. ¿Cómo no se me ocurrió meterme en sus juegos? Antes interveníamos solamente en el tiempo de jugar: "No juegues todo el tiempo, tenés que hacer los deberes, podés estar en el potrero pero ya es muy tarde, una hora está bien...". Nos metíamos en el lado de afuera del juego, pero ahora nos estamos metiendo demasiado en el lado de adentro del juego, y eso no es bueno. Yo creo que el juego es un viaje de ida y vuelta. Es malo cuando un chico no puede salir del juego, cuando vive la fantasía como si fuera la realidad y no puede (y no quiere) volver a la vida real. Eso no sirve. Y tampoco un chico que no juega nunca. Lo ideal es una vida de viajes de ida y vuelta: juego - vida cotidiana, tanto para los niños como para los adultos. Nosotros los adultos nos quedamos mucho del lado de acá y hemos perdido el hábito de los juegos creativos. Además tenemos toda esa cultura judeo-cristiana culposa. Entonces nos damos permiso para jugar si es una cosa acotada, si nos aseguran que eso es útil porque nos va a despertar la creatividad, o nos va a hacer más piolas o mejores maestros... ¡No, señor! Al juego hay que jugarlo porque es inútil. Entonces sí tiene valor, un valor ontológico, nos hace crecer desde adentro en una dimensión que ni imaginamos.
Esa moda del juego en el aula es hipócrita e inmoral. En verdad, los grandes intentamos engañar a los chicos vendiéndoles lecciones bajo la envoltura vistosa de un juego. ¿No te parece?
Es como la aspirineta, que en lugar de tener gusto a aspirina, tiene gusto a caramelo. Es exactamente lo mismo, es cierto. Una cosa es el juego y otra cosa son las técnicas lúdicas, que ayudan a que el chico, en lugar de recibir la palmeta en los dedos (que era terrible), aprenda con técnicas más suaves, más placenteras. Eso está bien. Pero no hay que exagerar.. En un curso que dí en el Instituto Bernasconi para directoras de Jardín de Infantes, me plantearon eso: que los chicos en los rincones con los juegos educativos usan mal los cubos; qué los varones invaden los rinconcitos para las nenas y viceversa. Estaban muy preocupadas porque los chicos no usaban los juguetes educativos como está indicado en los reglamentos. Y justamente eso no importa. Al contrario, esas actitudes infantiles constituyen chispazos de salud psíquica. Cuando los chicos usan los juguetes educativos de la forma que ellos quieren, no hay que reprimir. Yo creo que eso ya está pasando también. Lo de los juegos educativos y todo eso es una moda que ya pasó.
¿A qué edad empiezan los chicos a jugar?
No sé. Habría que hablar con un psicólogo o un psicopedagogo, que son quienes manejan esas etapas. El juego que Freud llamó "fort-da" , que vio jugar a su nietito y que consiste en arrojar un objeto atado a un hilo y recuperarlo, y volverlo a arrojar, se juega alrededor del año y medio, no antes. Se trata de un verdadero juego, porque hay una regla al menos. Freud le da un significado a este juego, y Lacan le da otro, que tiene mucha importancia. Freud dice: el carretel representa a la mamá que se va a trabajar, está ausente unas horas, y luego vuelve. El nietito de Freud reproducía la ausencia de su madre con el carretel, al que perdía y recuperaba. Lacan dice: el carretel es el chico que hace como la madre, que se va y vuelve. Eso me permitió darle una vuelta de tuerca al concepto "juguete". ¿Qué es un juguete? Creo que el juguete no es como una herramienta, que prolonga la mano del artesano, sino exactamente lo inverso. Es el juguete lo que determina al jugador, el juguete convierte al chico en jugador. El jugador es su juguete. Ejemplo: yo tengo una lapicera; es la prolongación de mi mano: la energía proviene de mí, es mi voluntad la que impone a la lapicera una función. En cambio, si tomo un juguete, si, por ejemplo, tomo una muñeca, es la muñeca la que ejerce su influencia sobre mí y, a través de ella, empiezo a actuar como una mamá: me convierto en mamá.
Yo leí que los juegos y juguetes infantiles tienen un origen ritual, que fueron antiguamente objetos de culto ¿qué opina de esto?
Es cierto. Además, está documentado. Hay un libro que fue tesis de doctorado de un alemán llamado Eugenio Fink " Los juegos como símbolo del mundo", donde él sostiene esa tesis sobre los juegos. Dice que muchos juegos, la rayuela, el bowling, el barrilete, antiguamente tenían valor ritual. Guillermo Magrassi lo explica también cuando describe del valor de los juegos indígenas entre los mapuches. Un palo de "uiñú"(juego parecido al crócket) lo usaba el chamán para curar, agitándolo sobre la cabeza del enfermo. Es decir que el juego, entre los indios patagónicos, ocupaba una franja entre lo ritual y lo puramente lúdico. Éste es un tema maravilloso. Hay un antropólogo mexicano (Weisz) que tiene un libro llamado "El juego viviente" que estudia los juegos rituales en las culturas maya, azteca, incaica, etc. Ese es un gran tema.
Tengo entendido que el sonajero, más que entretener al bebé, sirve para ahuyentar los malos espíritus...
Claro. El sonajero, la sonaja. Más que un juguete, tenía el valor mágico de conjurar a los malos espíritus. El sonajero es una herramienta ritual; el ruido es lo que limpia (cualquier bruja lo sabe). La magia y el juego están muy imbricados, muy mezclados en sus orígenes, y es un tema. El juego es inagotable para el investigador.
**La ilustración es de Irene Torres, cartel de la campaña Reyes de Manlleu
2 comentarios:
Gracias por este blog! No quería dejar pasar otra oportunidad sin decirte que aquí encuentro mis ideas o pensamientos puestos en palabras. Encontré contención, ánimo, pares, guías, etc. También quería felicitarte por la forma en que narrás y/o te expresas!
Te leo seguido porque es muy ameno buciar por aquí!
Un abrazo desde Argentina
Paola
=D
bienvenida Paola, gracias por leerme y ya sabes cuando quieras puedes compartir =D
un abrazo desde México =D
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