martes, 7 de octubre de 2008

De mis reflexiones sobre el Continuum




Ya hace tiempo que le doy vueltas al asunto, el concepto que voy a poner a continuación es uno de los que más "ruido" han hecho en mi cabeza desde que leí el Continuum de J.Liedloff... Hablo de la capacidad que tienen los niños para mantenerse seguros y salvos por sí mismos en toda circunstancia y de cómo los adultos que "cuidamos" de ellos arruinamos o menospreciamos esta capacidad.


Dice J.Liedloff:

"En la mayoría de los niños del mundo civilizado el mecanismo para cuidar de sí mismos sólo se usa parcialmente, ya que gran parte de la carga la han asumido los adultos que cuidan de ellos. El continuum con su característico aburrimiento por la redundancia, deja de dar la tutela que ha sido asumida por otros. El resultado es una menor eficacia porque nadie puede estar atento a las circunstancias de otro de una manera tan constante o completa como uno mismo. Es otro ejemplo de intentar ser mejores que la naturaleza, de desconfiar de las facultades que no están controladas intelectualmente y de la usurpación de sus funciones cometida por el intelecto, el cual es incapaz de tener en cuenta toda la información reelevante.


Esta tendencia nuestra a interferir con la adjudicación de responsabilidad que la naturaleza ha conferido a la facultad que es más eficaz, aparte de hacer que los niños del mundo civilizado tengan más accidentes, crea además innumerables peligros..."


Y menciona por ejemplo el caso de una familia que, legitimamente preocupada porque su hijo que comienza a gatear caiga en la piscina, pone vallas alrededor de ésta. Evidentemente el continuum del niño capta el mensaje: -Ah ellos esperan que me acerque y caiga...Y a la menor oportunidad, en el primer descuido de la madre, el niño va y se ahoga. Es un ejemplo muy crudo, pero ilustra genialmente lo que a nosotros nos pasa a diario: nuestro intelecto ve el riesgo y lo dice en voz alta, y el continuum del niño -eficaz para cumplir lo que el padre espera de él-, realiza la acción predicha: De modo que si papá dice: te vas a caer de la silla! Si, tarde o temprano, ocurre.


El mayor riesgo que nosotros tenemos en casa es la profesión de papá, que se dedica a evaluar riesgos...cosa que por supuesto no deja de hacer -y creo que hace incluso con más ahinco- cuando se trata de sus hijos. Él no cree mucho en los párrafos que escribí arriba, dice que los accidentes ocurren por descuido...Yo fiel al continuum creo que los accidentes son causados por nuestras propias expectativas.


De todas maneras, en lo que a mi respecta he decidido comenzar a aplicar estos principios en nuestro día a día, los resultados han sido satisfactorios casi siempre...y las veces que no lo han sido es por la voz interventora de una abuela o de papá (con la mejor de las intenciones por supuesto) -¡te vas a caer!, ¡no alcanzas!, ¡eres muy chiquita para eso!, etc- Pero cuando he estado sola con ellos he descubierto que mi experimento funciona, funciona como magia. Me dedico a permanecer cerca, pero sin intervenir a menos que me sea solicitado, y no opino sobre las capacidades de ellos, más bien dejo que ellos decidan si son capaces o no. Dos ejemplos:


- Un día en los juegos el hermano mayor entraba y salía entusiasta de la alberca de pelotas, mientras que la pequeña lo veía atentamente. Luego trató de imitarlo. Trató de meterse a la alberca pero para esto tenía que saltar una bardita que le llegaba casi a la cintura. Trató metiendo primero una pierna, pero se sentía inestable, trató con la pierna contraria y lo mismo. Confieso que mi primer impulso fue acercarme, alzarla por los brazos y meterla de una vez para que jugara con las pelotas que tanto ansiaba, pero me detuve porque me dí cuenta que mi ayuda no había sido requerida, me concreté a mirarla, pensando que tal vez lo divertido del juego era superar este obstáculo, pensando en la satisfacción personal que sentiría mi chiquitina cuando por fin pudiese acceder a las pelotas. Y por otro lado pensé, si desarrolla la capacidad de meterse, podrá salirse también cuando ella lo desee, sin problemas, y no me estaré yo preocupando por si se cae.

Ella nunca volteó a verme, y mucho menos me llamó para ayudarla, cosa que indica que se sentía perfectamente capaz de desarrollar esta nueva habilidad, y quién era yo para llegar con la prepotencia de mi tamaño y meterla a la tina de pelotas...

Después de varios intentos, lo logró, entró a la tina de pelotas y el resto de la historia los papás de niños de esta edad lo podrán adivinar...estaba eufórica, entrando y saliendo-entrando y saliendo cuantas veces quiso. Y yo, con una sonrisa de oreja a oreja tan ancha como mi satisfacción de mamá, la seguía a la distancia fingiendo todo el tiempo leer una revista.


- El otro ejemplo, ayer mismo, mi niño se encontró cara a cara con un pasamanos. Por primera vez en su vida se sintió capaz de subirse. Y así lo hizo. Yo estaba a unos metros conteniendo mi primer impulso de ir corriendo para ayudarlo a subir -o en el peor de los casos bajarlo de ahí- opté por quedarme a la expectativa de saber si lo iba a lograr o no, sin pronosticarle "que se podía caer" y confiando en que él es perfectamente capaz de darse cuenta hasta dónde llegan sus habilidades. Mi hijo estando arriba de los escalones, decidió que no, que aún no era su tiempo y decidió llamarme: Mamá me sostenes? -pero yo te digo cuando...

Y así fué, él se subía, soltaba su peso y ya cuando sentía que no podía más solicitaba mi ayuda para bajarlo al piso. Gracias que traía yo mi cámara pude captar para siempre la cara de satisfacción y de logro que puso al descubrir hasta qué punto podía llegar por sí solito, con la certeza de que mamá ni forza, ni se mete donde no la llaman, pero está cuando se requiere.

(Ah, es que en un renglón aparte debo comentar que del otro lado del pasamanos estaba su compañero de la misma edad lidiando con sus dos papás: súbete, así como santiago, pon un pie aquí, pon el otro acá, muy bien, cuidado que está resbaloso, no tengas miedo, no te sueltes, suéltate, puufff!!)

No hay comentarios: