jueves, 26 de junio de 2008

¿Hay lugar para los niños?


Justo ayer platicaba sobre los horarios extendidos de las escuelas y los famosísimos "cursos de verano", no niego que los niños se diviertan ahí con todas esas actividades que les preparan...pero mi sentimiento de fondo es que los vamos a "guardar" por un rato mientras los grandes nos dedicamos a los "asuntos de grandes"... y no me gusta la idea.
Un día pregunté sobre las clases de natación para ir con los niños, pues bien los horarios están divididos: unas horas son para niños, otras para bebés y otras para adultos...obvio, sin excepciones, así que de querer ir a nadar los cuatro tendríamos que pasarnos el día entero ahí (esperando los turnos de cada uno). me pregunto si yo soy la única loca fanática empeñada en hacer cosas CON mis niños; porque huyo de las clases como esta de natación, o de los lugares "para niños" llenos de brincolínes y juegos de milcolores donde los niños brincan sudorosos como desesperados mientras sus padres se toman un café en una mesita con la mirada perdida...ambos SOLOS.
¿Por qué nos empeñamos en dividir este mundo en dos: los lugares de grandes y los "infantimundos" donde todo es de colores chillantes, ruidoso, superficies de plástico y bordes acolchados?
Cuando no trabajo rehuyo de estos lugares y los cuatro buscamos refugio en espacios donde cabemos todos: al aire libre, la biblioteca, nuestra propia casa...sin embargo cinco días a la semana los vivimos por mitad: medio día cada quién por su lado.
No acabo de resignarme a pasar medio día lejos de mis cachorros, aunque por lo visto, a menos que me decida a ir a vivir con los yecuana, tendré que hacer de tripas corazón y finjir como todos aquí que esto es lo normal.

De Jan Hunt (www.naturalchild.org)
Y la ilustración es de July Macuada.

¿Hay lugar para los niños en nuestra sociedad?
La mayor parte de nuestra cultura está estructurada para los adultos, y los niños no son bienvenidos o incluso son excluidos. Los niños pasan la mayor parte de su tiempo en la escuela y en actividades relacionadas con la escuela, en donde los padres no son bienvenidos. Cuando mi hijo y yo buscábamos actividades para realizarlas juntos, a él le dijeron que no me necesitaba, y a mí se me dijo que estuviera contenta de tener algo de tiempo a solas. Nunca se pensó que nosotros podríamos ser buenos amigos queriendo disfrutar de una actividad juntos.

Esta áspera actitud hacia los niños puede ser más evidente cuando vamos de compras; algunos miembros del personal de la tienda parecen ver a cada niño como fuente potencial de problemas. La presencia de un niño es tolerada- siempre que este esté perfectamente callado, no toque nada, y no parezca que se vaya a lastimar. Yo sospecho, sin embargo, que el personal de la tienda no se preocupa tanto por el sufrimiento potencial del niño, sino por sí mismos: ¡temen ser enjuiciados! Este temor puede ser tan irrazonable y alcanzar un punto casi demente. Mi hijo (a la edad de siete años) fue gravemente amonestado en una tienda de libros, “¡Baja de ese bordillo! ¡Te vas a lastimar!” Este peligroso bordillo estaba a exactamente cinco pulgadas del piso.

Cuando observamos de cerca el juego de un niño, podemos ver que ellos tienen el mismo instinto de auto-preservación que tenemos los adultos, y un buen sentido de lo que pueden manejar. ¿Por qué, entonces, se desconfía tanto de los niños? En esos momentos en los que es necesario decir algo acerca del comportamiento de los niños en público, se lo hace frecuentemente en un tono áspero, impaciente y de desaprobación. Pero muchos adultos también se comportan a veces de forma inapropiada en público – como fumando en un área de no fumadores. En el caso de que el adulto llegue a ser corregido, esta petición se la hace generalmente con la más alta cordialidad. ¿Merecen los adultos más consideración de la que merecen los niños?

Cuando los niños se atreven a salir en público, no se les dirige la palabra, a menos que, como a soldados, se les pregunte su nombre y grado. Si las circunstancias son tales que los niños aparecen en público durante horas de escuela, se les pregunta, casi contrariadamente, “¿Por qué no estás en la escuela?” Cómo respondería un adulto si se le preguntase, “¿Por qué no estás en el trabajo?

Se espera que los niños sean infinitamente pacientes durante diligencias y conversaciones aburridas, y que nunca interrumpan a los adultos - sin tomar en cuenta que las conversaciones de los niños son mucho más fascinantes. ¿No le gustaría a usted escuchar acerca del Planeta Maravilloso, o de cómo lo aman en forma “infinitamente cuadrada”, como me lo dijo mi hijo cuando tenía 3 años?

A pesar de sus formas deleitantes, los niños son tratados en los lugares públicos como si fuesen invisibles, y sus necesidades son frecuentemente consideradas irrelevantes. Al hacer que sus necesidades sean conocidas por otros, ellos están frente a una desventaja particular, debido a su edad e inexperiencia. Diferente a los ciudadanos de la tercera edad, quienes también se encuentran con una injusta discriminación por su edad, no existe un vocero de los niños para educir empatía por su condición. ¿Quién no se ha topado con un desconcertado bebé o niño cuyas lágrimas son ignoradas por enojados padres e indiferentes extraños? ¿Si un adulto estuviese llorando en público, no estaría todo el mundo preocupado? ¿Si un animal estuviese claramente sufriendo, se pasaría todo el mundo de largo?

Incluso las iglesias, que enseñan del amor entre familias, segregan a los niños de las actividades más importantes. En algunas áreas existe todavía el problema de discriminación habitacional, en la que los niños son colocados en la misma categoría que indeseables mascotas. Presumiblemente ellos colocan a los niños en una categoría entre un periquito y una boa constrictor.

¿Podría esto ser diferente? Las cosas son diferentes en otras culturas. Cuando mi hijo (a sus 5 años) y yo visitamos a un herbolario Chino, yo fui ignorada, mientras tres adultos, todos chinos, llenaban a mi hijo de atención afectuosa. (Ahora que lo pienso, ellos me hicieron una pregunta: “¿Tiene Ud. más hijos?”) No se necesita ni decir que su comportamiento en esa tienda fue impecable. ¿Hay alguna duda del por qué quienes visitan China reportan que los niños allá se comportan bien?

Todos los niños se comportan tan bien como son tratados – igual que los adultos. ¿Por qué es tan difícil para los adultos entender esto? Después de todo, todos hemos sido niños. ¿Cómo hemos olvidado tan pronto cómo es ser un niño en un mundo adulto?

Los niños merecen ser tratados de la misma manera en que queremos ser tratados nosotros – con amabilidad y comprensión, dignidad y respeto. Como escribió el físico Richard Feynmen, “Los seres humanos deben ser tratados como seres humanos”. Todos somos seres humanos, y, en cierto sentido, todos somos niños. Algunos de nosotros simplemente hemos estado aquí por un poco más de tiempo.

martes, 17 de junio de 2008

La educación de los niños

Del foro de Crianza Natural tomé este link al diario español "El País", el artículo es de Gustavo Martín Garzo y es precioso, ya el sólo leerlo te deja con una sonrisa en el alma. Es valiosísimo así que lo guardo en este cajón para no perderlo y releérmelo siempre, ojala muchos papás nos lo aprendieramos de memoria.
La imagen es la "Caperucita Roja" de Patricia Metola.


En una ocasión, Fabricio Caivano, el fundador de Cuadernos de Pedagogía, le preguntó a Gabriel García Márquez acerca de la educación de los niños.
"Lo único importante, le contestó el autor de Cien años de soledad, es encontrar el juguete que llevan dentro". Cada niño llevaría uno distinto y todo consistiría en descubrir cuál era y ponerse a jugar con él.
García Márquez había sido un estudiante bastante desastroso hasta que un maestro se dio cuenta de su amor por la lectura y, a partir de entonces, todo fue miel sobre hojuelas, pues ese juguete eran las palabras. Es una idea que vincula la educación con el juego. Según ella, educar consistiría en encontrar el tipo de juego que debemos jugar con cada niño, ese juego en que está implicado su propio ser.

Pero hablar de juego es hablar de disfrute, y una idea así reivindica la felicidad y el amor como base de la educación. Un niño feliz no sólo es más alegre y tranquilo, sino que es más susceptible de ser educado, porque la felicidad le hace creer que el mundo no es un lugar sombrío, hecho sólo para su mal, sino un lugar en el que merece la pena estar, por extraño que pueda parecer muchas veces. Y no creo que haya una manera mejor de educar a un niño que hacer que se sienta querido. Y el amor es básicamente tratar de ponerse en su lugar. Querer saber lo que los niños son. No es una tarea sencilla, al menos para muchos adultos. Por eso prefiero a los padres consentidores que a los que se empeñan en decirles en todo momento a sus hijos lo que deben hacer, o a los que no se preocupan para nada de ellos. Consentir significa mimar, ser indulgente, pero también, otorgar, obligarse. Querer para el que amamos el bien. Tiene sus peligros, pero creo que éstos son menos letales que los peligros del rigor o de la indiferencia.

Y hay adultos que tienen el maravilloso don de saber ponerse en el lugar de los niños. Ese don es un regalo del amor. Basta con amar a alguien para desear conocerle y querer acercase a su mundo. Y la habilidad en tratar a los niños sólo puede provenir de haber visitado el lugar en que éstos suelen vivir. Ese lugar no se parece al nuestro, y por eso tantos adultos se equivocan al pedir a los pequeños cosas que no están en condiciones de hacer.

¿Pediríamos a un pájaro que dejara de volar, a un monito que no se subiera a los árboles, a una abeja que no se fuera en busca de las flores? No, no se lo pediríamos, porque no está en su naturaleza el obedecernos. Y los niños están locos, como lo están todos los que viven al comienzo de algo.

Una vida tocada por la locura es una vida abierta a nuevos principios, y por eso debe ser vigilada y querida. Y hay adultos que no sólo entienden esa locura de los niños, sino quese deleitan con ella. San Agustín distinguía entre usar y disfrutar. Usábamos de las cosas del mundo, disfrutábamos de nuestro diálogo con la divinidad. Educar es distinto a adiestrar. Educar es dar vida, comprender que el dios del santo se esconde en la realidad, sobre todo en los niños.
En El guardián entre el centeno, el muchacho protagonista se imagina un campo donde juegan los niños y dice que es eso lo que le gustaría ser, alguien que escondido entre el centeno los vigila en sus juegos. El campo está al lado de un abismo, y su tarea es evitar que los niños puedan acercarse más de la cuenta y caerse. "En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos". El protagonista de la novela de Salinger no les dice que se alejen de allí, no se opone a que jueguen en el centeno. Entiende que ésa es su naturaleza, y sólo se ocupa de vigilarlos, y acudir cuando se exponen más de lo tolerable al peligro. Vigilar no se opone a consentir, sólo consiste en corregir un poco nuestra locura.
Creo que los padres que de verdad aman a sus hijos, que están contentos con que hayan nacido, y que disfrutan con su compañía, lo tienen casi todo hecho. Sólo tienen que ser un poco precavidos, y combatir los excesos de su amor. No es difícil, pues los efectos de esos excesos son mucho menos graves que los de la indiferencia o el desprecio. El niño amado siempre tendrá más recursos para enfrentarse a los problemas de la vida que el que no lo ha sido nunca.
En su reciente libro de me-morias, Esther Tusquets nos cuenta que el problema de su vida fue no sentirse suficientemente amada por su madre. Ella piensa que el niño que se siente querido de pequeño puede con todo. "Yo no me sentí querida y me he pasado toda la vida mendigando amor. Una pesadez". Pero la mejor defensa de esta educación del amor que he leído en estos últimos tiempos se encuentra en el libro del colombiano Héctor Abad Faciolince, El olvido que seremos. Es un libro sobre el misterio de la bondad, en el que puede leerse una frase que debería aparecer en la puerta de todas las escuelas: "El mejor método de educación es la felicidad". "Mi papá siempre pensó -escribe Faciolince-, y yo le creo y lo imito, que mimar a los hijos es el mejor sistema educativo". Y unas líneas más abajo añade: "Ahora pienso que la única receta para poder soportar lo dura que es la vida al cabo de los años, es haber recibido en la infancia mucho amor de los padres. Sin ese amor exagerado que me dio mi papá, yo hubiera sido mucho menos feliz".

Los hermanos Grimm son especialistas en buenos comienzos, y el de Caperucita Roja es uno de los más hermosos de todos. "Érase una vez una pequeña y dulce muchachita que en cuanto se la veía se la amaba. Pero sobre todo la quería su abuela, que no sabía qué darle a la niña. Un buen día le regaló una caperucita de terciopelo rojo, y como le sentaba muy bien y no quería llevar otra cosa, la llamaron Caperucita Roja". Una niña a los que todos miman, y a la que su abuela, que la ama sin medida, regala una caperuza de terciopelo rojo. Una caperuza que le sentaba tan bien que no quería llevar otra cosa. Siempre que veo en revistas o reportajes los rostros de tantos niños abandonados o maltratados, me acuerdo de este cuento y me digo que todos los niños del mundo deberían llevar una caperuza así, aunque luego algún agua-fiestas pudiera acusar a sus padres de mimarles en exceso. Esa caperuza es la prueba de su felicidad, de que son queridos con locura por alguien, y lo verdaderamente peligroso es que vayan por el mundo sin ella.
"Si quieres que tu hijo sea bueno -escribió Héctor Abad Gómez, el padre tan amado de Faciolince-, hazlo feliz, si quieres que sea mejor, hazlo más feliz. Los hacemos felices para que sean buenos y para que luego su bondad aumente su felicidad".

miércoles, 11 de junio de 2008

Las madres: para siempre


Tal vez soy la menos indicada para quejarme porque el compañero que la vida me dió para acompañarme en mi maternidad es un hombre maravilloso. Y sin embargo, en el poco tiempo que tengo de ser madre, he aprendido que hay agobios que se sufren sola, hay cargas y desvelos en donde, por más que hagan el esfuerzo, Ellos no ayudan.

Nunca antes de ser madre me hubiese imaginado lo pesado que resulta llevar este título a cuestas, definitivamente ahora admiro mucho más a mi Madre que lo cargó siempre sola.



Las madres: para siempre
Paula Serrano.


Ser madre es tal vez el más complejo de los roles que nos toca vivir. Primero porque es para toda la vida, los hijos se quedan, hasta nuestra muerte, si tenemos la suerte de no verlos morir. No son una crisis que se resuelve y dura poco. Dura para siempre. Eso es único.


Las madres dan la vida, una vida que se hizo de a dos, pero que cobija sólo uno, que amamanta sólo uno. Y esa relación que es dada por la biología, es definitoria y definitiva. Hay muy pocas cosas definitivas en el mundo de hoy. Ser madre se hace entonces algo cada vez más único. Los vínculos familiares son cada vez menos obligatorios y sólidos, en los tiempos modernos que vivimos. Sin embargo y a pesar de cualquier conflicto, las madres son las madres. De una manera peculiar, inexplicable a veces, la madre ya sea por su ausencia o su presencia, por su solidez o fragilidad, por su calidad o su defecto, es un vínculo que aparece siempre en las crisis, en la cercanía de la muerte, en la soledad, en los momentos límites. De casi todos los seres humanos en casi todas las épocas de la vida.

No es fácil entonces aceptar ese rol para las mujeres, porque concentra lo más sublime y lo más peligroso, lo más querido y lo más temido. Dicen que lo único peor que ser madre es no serlo. Eso habla de un vínculo difícil. Porque hagamos lo que hagamos, no tenemos como hacerlo todo lo bien que quisiéramos.

San Pablo dice en una de sus primeras cartas, que se vuelve a la vida desde la muerte en el amor. Eso es lo que les pasa a las madres, que para bien o para mal, aprenden a querer porque son madres.

Las mujeres de hoy sufren porque se cansan, se enojan, se desesperan, se decepcionan, sufren, por causa de los hijos. ¿Quién dijo que el amor era sin dolor? A veces es más fácil aceptar de partida que todo lo sublime tiene un pedazo de infierno. Así es. En la vida sin certezas y llena de peligros en que viven los jóvenes, las madres tienen poca protección que ofrecer y poco que decir. No importa. Nadie les pide eso. No somos responsables de la vida de nuestros hijos. Somos responsables de quererlos a pesar de lo que sea. Y eso es mucho, muchísimo. Somos el lugar más seguro, aunque los eduquemos y los castiguemos y obliguemos a asumir sus responsabilidades, seguimos siendo lo más gratis que tendrán jamás.

¿Hay algo gratis y seguro en nuestras vidas? Nada o casi nada.

Ser gratis y segura es un regalo, el mejor, el más único, el más original, el más definitivo.
Invito a las madres a celebrar este nuevo día de la madre sin culpas, sin recriminaciones. Somos las que somos, mejores o peores, pero somos única

martes, 10 de junio de 2008

Mamá ¿por qué no le dibujaron un pene?


Es lo que me preguntó mi hijo de tres años el sábado que fuimos a comprar libros. Como es costumbre al llegar a la librería, cada quién se va al estante de su interés, de pronto él me llamó insistentemente para que lo acompañara a ver un libro que se había encontrado "las partes de mi cuerpo" o algo así, era del tipo rompecabezas para identificar las partes del cuerpo, tenía dibujado en la portada un niño sin ropa y -ciertamente- asexuado.

Y es que con los tres años comenzamos una nueva etapa, donde mi niño de pronto está muy interesado en enterarse si fulano o sutana tienen pene o vagina, en saber por qué mamá tiene las "bubis largas", en verse al espejo sin ropa, en tocarse y conocerse...

Encontré esta serie de boletines muy útiles para nosotros los grandes, sobre cómo actuar y qué responder ante esta nueva etapa...porque hay que reconocerlo, a nosotros dificilmente nos contestaron nuestras preguntas.

Dejo el link que está muy completo, para varias edades, aunque yo sólo revisé la que me interesa de momento: los tres años: No hay lugar como el hogar...para la educación sexual.
Y el dibujo es de Patricia Metola


¿Educación sexual? ¡Si mi hijo tiene sólo tres años!
… pues entonces, él o ella ya ha recibido muchísimos mensajes sobre la sexualidad—o sea, más de tres años de información.

Póngase a pensar:
cuando se les toca y abraza a los bebés, se les enseña que son queridos.
cuando les escogemos ropa (azul o rosada), juguetes (carritos o muñecas) o actividades (juegos de pelota o a la casita), les presentamos mensajes sobre los papeles de hombre y de mujer.
ver a un hermano, hermana o padre bañándose enseña las diferencias físicas entre hombre y mujer. La buena (o la mala) voluntad de los padres a responder honestamente a la pregunta: "Y, ¿cómo salió el bebé?" transmite una actitud sobre el sexo.

En realidad, Ud. ha estado educando a su hijo sobre el sexo todo el tiempo, con sus palabras y también con su silencio; con su comunicación verbal y corporal. Sus respuestas y acciones han enseñado mucho a su hijo sobre la sexualidad—no sólo con la mera información, sino por sus valores y actitudes.Ud. no puede evitar ser el más importante educador sexual de su hijo … y tampoco lo debe de evitar. Siendo su padre o madre, Ud. es quién más influye sobre el desarrollo y las actitudes sexuales de su hijo. La experiencia familiar que rodea al niño desde su nacimiento determina hasta que punto su hijo va a tener sentimientos saludables y positivos sobre la sexualidad. Con todo eso, la idea que la educación sexual empieza desde el nacimiento es para mucha gente una idea rara. Por consecuencia, los padres pueden dejar pasar muchos años antes de darse cuenta que los niños, desde los muy pequeños, merecen una educación sexual bien pensada y con buena intención.

Entre más concientemente educan los padres a sus hijos acerca del sexo, mejor les van a preparar a enfrentarse con las elecciones y los desafíos que les esperan.

Bueno—cuando mi hijo pregunte, entonces le digo …
… pero, ¿va a reconocer las preguntas? Los niños se interesan a la sexualidad mucho antes de que puedan hacer preguntas. Por ejemplo, un niño pequeño puede querer ver a papi bañándose o tocarle el vientre a mami, embarazada. Estas situaciones presentan "momentos ideales para enseñar" lecciones sobre la anatomía, la reproducción y el nacimiento. Cuando los padres aprovechan esas oportunidades, no sólo les dan información a sus hijos, sino que también demuestran su voluntad de discutir del sexo con ellos. Así se establece un ambiente de confianza y de bienestar, lo que anima a los niños a pedir a sus padres la información sobre la sexualidad que necesiten en el futuro.

No se preocupe que le haya dicho demasiadas cosas demasiado temprano. Su hijo va a asimilar lo que él o ella pueda y mostrar aburrimiento con lo demás: va a bostezar, tener los ojos lustrosos, se va a levantar … Pero sus comentarios no serán gastados. Su hijo tal vez no captó todos los detalles, pero si va a entender que "a mami y papi se les puede preguntar".

No corre peligro con mucha información demasiado temprano; por el contrario, corre más peligro con muy poca información demasiado tarde. Cuando los padres reconocen las preguntas y contestan con cariño y honestidad, están en el buen camino para dar calidad a la educación sexual de su familia.

Boletín de noticias № 2: De cigüeñas y compras de bebé
Un niño de tres años ve el mundo de una manera muy literal. Por ejemplo, si se le dice a un niño que el bebé está creciendo en el vientre de su mamá, él puede preguntar:"¿Por qué se comió mami al bebé?" imaginándose un bebé mezclado con comida en el estómago de su madre. Respuestas que no son la verdad muy simple le pueden causar confusión. Más allá de la confusión, un sentido de desconfianza se puede desarrollar cuando el niño a quien le han dicho que lo ha traído la cigüeña descubre la verdad. A través de esto, el mensaje implicado es que el sexo es malo y que no es bueno hablar honestamente de esto. Contarles cuentos y bobadas a sus hijos cuando les preguntan sobre el sexo es un mal servicio para ellos. Sus preguntas merecen respuestas honestas—ajustadas a su nivel de entendimiento, por supuesto. Por ejemplo, cuando un niño joven pregunta "¿De dónde vine yo?" el padre puede decir primero "¡Qué pregunta tan buena! ¿Qué piensas tú?" Esto logra tres cosas: primero, aclara lo que el niño está realmente preguntando (él o ella tal vez sólo quiere saber en Qué ciudad nació, y en este caso no tiene que explicar nada de lo que temía); segundo, les da a los padres el tiempo de pensar sus respuestas; y tercero, les da el sentido de cuanto ya sabe el niño. La segunda respuesta puede ser simple y honesta: "Empezaste siendo un huevo chiquito adentro del cuerpo de mami." Solamente con esto puede quedar conforme su hijo, (aunque tal vez no), pero así deja la puerta abierta para más discusión. El hecho es que la honestidad es de veras la mejor manera de abordar ese tema. Claro que no es necesario a esta edad darles una explicación larguísima sobre las relaciones sexuales, la concepción y el nacimiento. Pero no es lo que le está pidiendo su hija de tres años. Ella sólo quiere saber lo esencial.Así que se puede relajar. Para un niño pequeño, el sexo no tiene el mismo sentido emocional que para un adulto. Acordarse de esto puede ser de gran ayuda para los padres cuando se enfrentan con las curiosidades normales de sus hijos.

¿Se nota su sexismo?
Durante los años preescolares, los padres tienen la mejor oportunidad de influenciar las actitudes sexuales de sus hijos, incluso las que se refieren a los papeles de hombre y de mujer. Es el mejor tiempo para plantar la semilla de que los niños y las niñas no se tienen que limitar con los papeles tradicionales masculinos y femeninos, sino que pueden ser lo que quieren ser y su confianza en si mismos crecerá. Tome ventaja de las siguientes ideas para ampliar la mente de sus hijos e hijas en cuanto a lo que se espera de ellos:

Comparta los quehaceres.
Permita y anime a sus hijos que jueguen con juguetes y que participen en juegos diferentes de lo tradicional—está bien que los niños jueguen con muñecas y las niñas al fútbol.
Lea libros con modelos de comportamiento diferentes a sus hijos, o sea libros donde hombres y mujeres hacen más que los papeles tradicionales.
Ponga atención a su lenguaje para evitar las limitaciones de papeles masculino/femenino (por ejemplo, diga "la doctora" en vez de "el doctor"). Diga "él o ella" cuando se refiere a profesiones consideradas típicamente masculinas, aún si es difícil al principio, pues es muy importante.
¿No piensa que todo eso tenga caso? Así parece, pero tenga cuidado. Cuando los padres no limitan a sus hijos a lo que se espera de ellos por el simple hecho de ser niño o niña, su personalidad se enriquece.

Boletín de noticias № 3: Si un oído es un oído y un ojo es un ojo …
… entonces un pene es un pene, no un "pajarito"; y una vagina es una vagina y no "ahí abajo". Cuando los padres usan nombres incorrectos para las partes sexuales del cuerpo, el mensaje es que esas partes son diferentes de algún modo y que son algo malo de lo cuál no se puede hablar. El resultado es que los niños aprenden a tener vergüenza de sus partes genitales. Muchos estudios han demostrado el valor de enseñar a los niños los nombres correctos de las partes sexuales de sus cuerpos. Aparte de fomentar una actitud sexual positiva, saber las palabras correctas puede ser importantísimo en ciertas situaciones. Por ejemplo, si un niño o una niña están tratando de describir una herida o un acto de abuso sexual, tienen que saber palabras más exactas que "ahí abajo". Muchas veces los niños se refieren a las partes sexuales del cuerpo con palabras que han escuchado de sus amigos. Entonces les puede decir: "Alguna gente lo llama 'el pajarito', pero así no se llama. Su nombre verdadero es 'el pene' y es mejor usar esa palabra." Una respuesta simple como esta nos puede parecer sin importancia. Pero para los niños es una lección importante—una que enseña el respeto para sus cuerpos y una buena actitud con los asuntos sexuales en general.

¿Qué es eso?
A los tres años, los niños tienen mucha curiosidad sobre los cuerpos—y no solamente los suyos. Les fascinan las diferencias entre los sexos y las funciones del cuerpo. Este interés se puede manifestar de muchas maneras: jugando "al doctor," queriendo ver a mami o papi en el baño, tocándose las genitales, comparando sus cuerpos a los de otros niños y niñas, sobre todo del sexo opuesto. Como en este tiempo, una niña empieza a preguntarse que pasó con su pene, mientras un niño quiere saber "Qué son estos," apuntando a los senos de mamá. Aquel comportamiento ofrece numerosas oportunidades para hablar de la sexualidad, del crecimiento y del desarrollo.

P. ¿Qué pasó con mi pene?R. Nunca tuviste uno. Sólo los niños tienen un pene. Las niñas tienen un clítoris.
P. ¿Puedo ver de dónde salió el bebé?R. El bebé salió de una abertura entre mis piernas que se llama la vagina. Prefiero no enseñarte mi vagina porque es una parte privada de mi cuerpo. ¿Quieres ver un libro que enseña cómo nacen los bebés?
P. ¿Por Qué Pablo hace pipi parado y yo tengo que sentarme?R. Es más fácil para las niñas que se sienten para orinar. Su "pipí"—el verdadero nombre es "la orina"—sale de un hoyito cerca de la vagina. Los niños orinan con su pene.
P. ¿Puedo yo tener un bebé cuando sea grande?R. Sólo una mujer puede tener un bebé. Ella tiene un lugar especial en su cuerpo que se llama el útero donde crece el bebé. Pero los papás ayudan a hacer uno. Tu puedes ser un papá cuando seas grande, si quieres.

Estas son sólo sugerencias sobre cómo los padres podrían responder. Uds. decidirán por si mismos cómo van a contestar a las preguntas de sus hijos. Pero lo que hay que recordar es que niños de esa edad sólo buscan la información esencial y merecen respuestas simples y honestas. Lo importante es contestar mostrándoles apoyo, y tal vez aprovechar la oportunidad para practicar las respuestas. Porque las preguntas sí son fáciles ahora, pero se van a volver más y más difíciles con el tiempo.

Boletín de noticias № 4: Enséñame lo tuyo y yo te enseño lo mío …
Hmmm. Su hija de tres años, Ana, y su amiguito Juan están jugando quietamente en el cuarto arriba—demasiado quietamente. ¿Qué estarán haciendo? Y ¿por qué está cerrada la puerta? Resistiendo las ganas de meterse a fuerza (es que le estuvo enseñando recientemente a respetar la puertas cerradas y tocar primero), Ud. llama a la puerta. Se oye la risa de los niños, pero a Ud. le parece que también oyó "pásele" … y entra. Ahí están Ana y Juanito, dedicándose al juego que jugamos todos en nuestra niñez, el del "doctor." Se han quitado la ropa y se están examinando uno a otro en detalle. Y ahora ¿Qué hace? Se podría horrorizar y enojar: "¿Qué están haciendo? ,Pónganse la ropa ahora mismo y que no les vuelva a encontrar Así! Juan, ¡te llevo a tu casa!" El mensaje que oyen los niños: ¡Qué malos son! La curiosidad acerca de los cuerpos es mala y la desnudez también. Por supuesto esto les deja sintiéndose despistados, avergonzados, lastimados. Es que ellos estaban demostrando un interés en sus cuerpos que es completamente normal a esa edad. ¿Qué le parece si se queda con calma y reconoce a voz alta la curiosidad de los niños? "Parece que a Uds. les interesa cómo son diferentes los cuerpos de los niños y de las niñas. Mientras se ponen la ropa, yo voy a traer un libro con fotos que podemos ver y que lo explica todo sobre los cuerpos."El mensaje que oyen los niños: Está bien ser curioso de los cuerpos. Mami prefiere que no nos desvistamos. Pero nos va a explicar cosas. Hay varias respuestas posibles en ese tipo de situación. Al escoger la suya, recuerde que hay que observar la situación con los ojos de su hijo o hija. Los niños de edad preescolar están fascinados por los cuerpos. Su deseo de fijarse en las diferencias entre "lo mío y lo tuyo" es una parte normal del desarrollo de su sentido de identidad personal y sexual. Una palabra final … de cualquier manera que Ud. haya respondido en esa situación, es importante discutir el asunto con los padres del otro niño. Tal vez no estén de acuerdo con lo que hizo y dijo Ud. pero van a apreciar que se les haya informado. Así tendrán la oportunidad de hablar de sus propios valores y convicciones familiares con su hijo.
¡Ayuda!
Relájese. Sí hay ayuda, en libros, películas, clases, y gente que les puedan apoyar. Los "Community Colleges" (escuelas para adultos) ofrecen muchas veces clases para padres incluso sobre asuntos de sexualidad. La organización Planned Parenthood es una fuente excelente de información, con especialistas con quienes se puede hablar, libros, volantes. El departamento de salud local (Health Department), su pediatra, consejeros familiares y miembros de su iglesia a menudo tienen buenas ideas sobre la educación sexual de orientación familiar.


Boletín de noticias № 5: Hay ciertos lugares y ciertas horas … si los hay
Muchas veces los niños pequeños tocan sus genitales por motivos diferentes. Puede ser porque están cansados, aburridos, nerviosos o molestos; o porque están tratando de enfocarse. Y también puede ser porque les da placer. Si a los padres les resulta difícil aceptar eso, tal vez sea porque tienen dificultades a aceptar que los niños son seres sexuales. La masturbación es una parte normal del desarrollo. La mayoría de los expertos están de acuerdo que es una expresión saludable de la sexualidad, a la edad que sea. Sin embargo, algunos padres no aprueban la masturbación, por razones religiosas. La reacción de los padres cuando sus hijos juegan con sus genitales es importante. Castigar o regañar al niño o a la niña, o apartarle la mano le manda el mensaje que los genitales son malos, que tocarlos es algo sucio, y los niños quedan sintiéndose avergonzados y culpables, y van a continuar aún más con tal comportamiento. Si los padres están contra la masturbación por razones religiosas u otras causas, podrían explicar a sus hijos—con calma y cariño—que para ellos tal comportamiento no es aceptable. Pero decirles sólo "¡PARA ESO!" casi nunca es eficaz, como tampoco lo es tratar de distraerlos con algún juguete u otra actividad. Muchos padres no tienen nada contra la masturbación pero si tienen algo, y con razón, contra la masturbación en un lugar público como por ejemplo la tienda. En tales circunstancias, es bueno decirle algo como: "Mira, sé que te sientes bien cuando tocas tus genitales, pero es algo que se hace en privado, y no donde todo el mundo te puede ver."Así les enseñan sobre el respeto de los demás y también sobre que comportamiento es apropiado. Al mismo tiempo, la sexualidad queda en una perspectiva positiva. Aun los padres que aceptan que su hijo juegue con sus partes privadas se preocupan a veces que "lo está haciendo demasiado." Los niños paran cuando están satisfechos o si se sienten incómodos. La masturbación obsesiva, igual que cualquier actividad obsesiva, puede indicar un problema. Si a un padre le parece que la masturbación de su hijo o hija le está impidiendo otras actividades normales, es tiempo de hablar con un pediatra u otro profesional capacitado.

El padre a quien se le puede preguntar
Ocuparse de la educación sexual de sus hijos puede ser una tarea pavorosa. Pero Ud. es la persona ideal para ese trabajo. Con razón: Ud. es quien puede mejor explicar sus valores sobre ese tema. Aquí están algunos consejos que les podrían ayudar en esta tarea no siempre fácil:
Padres: hablen entre sí para decidir que mensajes les quieren dar a sus hijos sobre el sexo.
Anticipe las preguntas y los comportamientos sexuales. Planee y practique sus respuestas.
Conteste a las preguntas según las hacen. Si dice:"Ahora no" o "No necesitas saber eso" los niños se enseñan que no está bien preguntar. Puede demorar con la respuesta, si lo necesita, diciendo:"Ahora mismo no puedo, pero vamos a hablar de eso después de la cena." Y entonces, hágalo, ya que ha prometido.

Dígale a su hijo si tiene vergüenza.

Un comentario como: "Hablar de eso es difícil para mí, pero voy a tratar" es ideal. Los niños aprecian la honestidad.
Conteste simple y honestamente, así deja la puerta abierta para más discusión.
Inicie la discusión sobre el sexo. Dígale: "¿Nunca te has preguntado cómo naciste?"; use libros con dibujos; visite a una amiga embarazada.
Use eventos diarios como oportunidades de enseñanza. La iniciación de sus hijos al largo proceso del aprendizaje sexual puede ser difícil o maravilloso. Ud. es quien escoge.

viernes, 6 de junio de 2008

Llorar para conectarse: un nuevo acercamiento a las Rabietas


Sigo con el tema estelar de estos días en casa, las rabietas, una cuestión que me rondaba en la cabeza: y si las rabietas son algo tan normal y natural en todos los niños, ¿por qué evitarlas?; encontré este artículo de la revista Mothering y lo traduje para mi, pero me gusta tanto que lo voy a colgar aquí en este cajón, me gusta este nuevo concepto: La rabieta es como un estornudo, que limpia el sistema emocional del niño, lo libera de un mal sentimiento para retomarse a si mismo y volver a ser el niño racional y amable de siempre...todo lo que hay que hacer es dejarle exorcizarse...jeje.
La ilustración, de Pati Metola.



Llorar para conectarse: Un nuevo acercamiento/punto de vista a las Rabietas.
Patty Wipfler


Un hombre en mis charlas de paternidad está exasperado por el comportamiento de su hijo de dos años:
“Primero, quiere un vaso de leche”, me dice. “le sirvo el vaso y se lo doy en la mano, y él se enoja y me dice que no lo quiere. Así que digo, ok, entonces, yo me tomo el vaso de leche” Le trato de enseñar que soy flexible. Pero a él tampoco le parece y dice “No, no te lo tomes, yo lo quiero!” Se lo ofrezco de nuevo y él lo avienta! Qué está pasando?” Él agrega que estos episodios van en aumento. Qué podría terminar este ciclo de deseos contradictorios que se está saliendo de control? Qué está haciendo mal él? Qué es lo que su hijo necesita?

Este niño estaba oscilando en la edad-etapa de las rabietas, un lugar muy incómodo para él y para sus padres. Todos los niños que conozco tienen momentos en que nada de lo que pidan ayuda realmente, y cuándo cada intento de satisfacer sus necesidades pareciera empeorar las cosas. Yo le ofrecí a este Padre una nueva perspectiva de las rabietas que hace que el “paternar” a niños pequeños sea mucho más simple, pero no más fácil. La idea es que tu como padre puedes, de forma segura y serena, permitir que tu niño tenga la rabieta que está expresando. Esa rabieta es necesaria, es sana y es sanadora. Todo lo que necesitas agregar es tu cálida atención. La rabieta que le estás permitiendo tener aclara un enredo en su sistema mental y emocional de tal manera que él puede volver a pensar bien de nuevo.

Veamos este acercamiento/punto de vista en términos más generales. La mayoría de nosotros evaluamos nuestra paternidad de forma muy estricta. Cuando nuestros niños están felices, cooperativos, amorosos y elegantes, nos llenan de orgullo por ellos y por nosotros como padres. Cuando nuestros niños no están felices o se portan irracionales, nos imaginamos que algo ha ido mal y tendemos a culparnos a nosotros mismos o a ellos. En corto, hemos sido entrenados para pensar en los enojos de nuestros niños como “malos”.

Cuando el enojo aparece, queremos terminarlo tan rápido como sea posible. Algunos padres tratan con la distracción o con razonamientos; otros usan la intimidación o la fuerza. Cualesquiera que sean nuestros métodos, la sabiduría popular nos dice que es nuestro trabajo terminar con ese enojo. Requerimos que nuestros hijos se traguen su enojo y sean “buenos” de nuevo. No queremos que crezcan como incivilizados, y no queremos sentirnos o vernos como “malos” padres con hijos “malos”.

Pero qué pasa si, contrariamente a lo que hemos crecido creyendo, las rabietas y otras expresiones de los sentimientos son realmente útiles? Y si las rabietas son como estornudos –una reacción natural cuya función es limpiarnos de los cuerpos extraños? Tal vez la lucha común del padre contra el niño en momentos emocionales no tendría que suceder. Tal vez podemos tirar por la borda la pizarra mental de que cada fusión es una marca en contra de nuestros niños o en contra de nosotros mismos.

Hay cuatro percepciones pivote que nos pueden ayudar a ver a las rabietas bajo una nueva luz.

Los niños disfrutar siendo fáciles, amantes, cooperativos y ávidos de aprender. Los niños están hechos para recoger muchas buenas vivencias, y para trabajar con alegría y entusiasmo.

La naturaleza buena de los niños puede oscurecerse por malos sentimientos. Cuando están tristes, afligidos, aburridos, frustrados o avergonzados, o cuando se sienten sólos o inapreciados, su naturaleza buena se incrusta de malos sentimientos. Esta tensión emocional empuja su comportamiento fuera de la pista, lejos de la confianza, cooperación y entusiasmo. Cuando están cargados de malos sentimientos, los niños literalmente no pueden pensar. Los sentimientos hirientes confinan al niño a un comportamiento de desamor, miedo o irracional. Un niño presentará abiertamente este comportamiento como señal de auxilio. El niño que primero quería leche, después no y después si y luego no, estaba señalizando tan claramente como podía que su habilidad para pensar estaba comprometida. Él estaba pidiendo ayuda con un nudo de sentimientos rebeldes.

Con un poco de ayuda un niño que está enojado o inflexible puede recuperar su habilidad para razonar y para estar contento. Para lograr esto él necesita un adulto cerca que lo apoye mientras él gestiona su enojo.

Un niño llora, comienza una rabieta, o en ocasiones, tiembla y lucha, para exponer y descargar sus malos sentimientos. Durante su enojo, está haciendo su mejor esfuerzo para dirigirse fuera de ese estado irracional. Mi sugerencia al padre cuyo hijo está al borde de una rabieta puede sonar contraintuitiva, pero funciona. Él podría tratar de dejar de resolver el irresolvible problema del vaso de leche, ir junto a su hijo y poner toda su atención en ver qué pasa después. El niño le mostrará el camino. Usualmente, cuando un niño siente que el padre ha desacelerado y se interesa en él más que en resolver el problema práctico, los sentimientos crecen y se expulsan, justo como tiene que ser. Los sentimientos expulsados son sentimientos resueltos. Los sentimientos expulsados no son una evaluación permanente del niño a la calidad de nuestra paternidad. El padre puede escuchar cuidadosamente la rabieta, manteniendo a su hijo a salvo, confiando en que él pronto regresará a un estado mental más razonable.

Se necesita coraje para escuchar tu primera rabieta de principio a fin. Usualmente es como una coladera emocional para el padre que lo intenta. Como cuando abres los ojos bajo el agua por primera vez, te angustia pensar que te vas a hacer daño. Pero los resultados son casi siempre fuertemente convincentes. Tu hijo se siente escuchado, ve que has estado con él aún en el peor de los momentos que ha sentido. Su mente se aclara y la vida lo satisface de nuevo.

Conforme los padres toman experiencia estando cerca de sus hijos mientras pasan sus tormentas emocionales, ellos encuentran que el viaje ya no es tan arriesgado. Los enojos de sus hijos, que alguna vez parecían apuntar un serio fallo, ahora simplemente señalan la necesidad de un buen llanto o una buena rabieta. El sistema del niño va sobre ruedas, sin implicar culpa o vergüenza, y el remedio es húmedo y salvaje, pero simple.

Las rabietas son integrales al proceso de aprendizaje
Las rabietas surgen cuando las expectativas de los niños llegan a ser más ambiciosas y más detalladas. Sus ideas de lo que quieren hacer son magníficas, mientras que sus habilidades sólo crecen mediante el desordenado proceso de prueba y error.
Conoces la escena. Tu hija no puede hacer las cosas como quiere y, crédito para ella, no se dará por vencida intentándolo. Eventualmente, ella se queda sin nuevas ideas. Ella quiere tener éxito, pero no encuentra la manera. Tus bienintencionadas sugerencias no ayudan porque en este estado emocional ella no puede hacer uso de ninguna guía, ella se desmoronará o abandonará el esfuerzo. Distraerla de su esfuerzo algunas veces esquiva la rabieta y ayuda a corto plazo pero no a largo plazo. Cuando ella regrese a esa tarea del aprendizaje (o cuando, cinco minutos más tarde, ella encuentre otro pretexto para encender sus sentimientos), la frustración explotará de nuevo, porque hasta que una rabieta la disuelva, la frustración se queda guardada en ella, luchando para ser liberada. Los sentimientos de frustración son interferencias diarias en el proceso de aprendizaje, un inevitable resultado del conflicto entre lo que los niños esperan y lo que resulta posible.

Como director de un centro de infantes y preescolares, he visto rabietas en todos y cada uno de los niños. Nosotros construimos relaciones muy cercanas con los niños. Los hemos visto pasar a todos por periodos de tiempo en donde aceptan retos sin perder el equilibrio. Inevitablemente, sin embargo, tenían temporadas en donde parecía que cualquier pequeña decepción desencadenaría una rabieta. Nosotros vimos que niños que estaban a punto de caminar, niños que estaban a punto de hablar, y niños que estaban haciendo relaciones más cercanas con otros, eran más proclives a presentar rabietas. De hecho nosotros primero notabamos la rabieta, y luego observabamos cuidadosamente para descubrir en qué salto o avance estaba trabajando ese niño tan duramente. Nosotros los adultos estamos entrenados para ser tan dependientes del lenguaje verbal que tendemos a ser lentos en la interpretación del lenguaje del comportamiento de los niños.

Recuerdo a Janna, quien estaba comenzando a decir sus primeras palabras. De repente ella gritaba, se tiraba en el piso y presionaba su mejilla en la alfombra. Ella se arrastraba llorando con la mejilla contra el piso durante 5 o 10 minutos. Yo permanecí cerca y pendiente de evitar que se pegara en la cabeza con algún mueble mientras ella hacía su ruidoso trabajo alrededor de la habitación. Le murmuraba que veía lo duro que estaba siendo, que ella estaba haciendo un buen trabajo al enseñarme cómo se sentía, y que yo estaba listo para recibirla entre mis brazos cuando su explosión terminara. Finalmente ella se sentó en pacíficamente en mi regazo, me dejó encontrar su mirada fija y acariciar su sudada cabeza, y después estuvo lista para jugar. Después de unas semanas de muchas “fusiones” más palabras estuvieron a su disposición, y sus rabietas disminuyeron.

Cuando tenía dos años, mi hijo menor tuvo una serie de rabietas que están grabadas en mi mente. Él estaba intentando pegarle a un globo lanzándolo hacia el techo una y otra vez. Pensé que no pasaba nada hasta que él de repente colapsó en un frenesí. Me acerqué y le presté atención, no sabiendo qué es lo que lo había puesto así, pero sabiendo que una vez comenzado, él necesitaba terminarlo, y que me necesitaba ahí. Después de algo así como cinco minutos, su mente se aclaró y se levantó, nos conectamos y regresó a pegarle alto al globo de nuevo. Un golpe y él se vino debajo de nuevo, pateando y pegando. En este punto me di cuenta qué estaba pasando: él se pensaba que era capaz de hacer que el globo pegara en el techo, y no podía! Sus expectativas eran mayores que sus habilidades. Después de otra pequeña ráfaga de energía frustrada, él terminó, se conectó conmigo, y recogió el globo para jugar con él de nuevo. Él estaba finalmente feliz con lo que podía hacer con el globo. Estas rabietas de “salto en el aprendizaje” y de “ajuste de expectativas” son vitales, partes integrales del proceso de aprendizaje. Cuando la curva de aprendizaje de tu hijo esta alta, cuando está activo y esperanzado, las rabietas pueden ser frecuentes; tu hijo está recuperando su habilidad de tratar de nuevo cuando ha fallado y ajusta sus expectativas de si mismo, o de lo que le es permitido hacer, y de ti. Está aprendiendo por experiencia y deshaciéndose de sus sentimientos negativos que algunas veces le vienen de tratar tan duro y encontrarse con una decepción. Las rabietas son el “estornudo” que expulsa el “material extraño” de la frustración de la mente y el cuerpo de tu hijo, para que pueda estar de nuevo orgulloso de sus habilidades y de sus circunstancias.

Las rabietas pueden conducirnos a trabajar sobre las cuestiones principales
Algunas explosiones que parecen rabietas están directamente conectadas con grandes y atemorizantes sentimientos que el niño ha interiorizado pero no aún descargado. Ellos permanecen almacenados en él, sostenidos por muchos pequeños cables. Cuando la vida es buena y segura y surge una pequeña dificultad, uno de esos cables jala un sentimiento de los grandes, el más apropiado según la amenaza previa, pero se muestra desproporcionado según el pretexto del momento.

Por ejemplo, tengo una sobrina que entraba en pánico, luego explotaba en una reacción salvaje siempre que ella se encontrara en un espacio reducido. Me acuerdo de jugar con ella un día en la cocina. Avanzamos lentamente y felices juntas debajo de una pequeña mesa de niños, que era donde ella quiso ir. Nos reíamos y disfrutábamos una de la otra. Ella alzó la vista, vio que el espacio era pequeño con nosotras dos allí, y sus ojos se tornaron grandes. Ella comenzó a golpear y gritar en un instante.

Esto inicialmente parecería una rabieta, pero rápidamente se convirtió en un intento de trabajar con los sentimientos salvajes de pánico. La sostuve y le tranquilicé diciéndole que ella estaba bien, que ella podría salir de ahí, y con calma nos saqué a las dos. Una vez afuera, ella siguió gritando y retorciéndose y lloró durante mucho tiempo - los sentimientos habían sido provocados, y no importaba mucho dónde estuvieramos. Cuando su madre vino, su trabajo emocional fue intensificado - la Mamá significa mayor seguridad y aún mayores sentimientos. Cuando ella terminó, se relajó, se conectó, y jugamos un poco más.

Mi sobrina había estado teniendo "sesiones" similares relacionadas con estar en sitios reducidos desde que tenía seis meses. Su padre y madre aprendieron a sostenerla y apoyarla en estas ocasiones, adivinando que ella había llegado a estar aterrorizada durante su nacimiento ya que había permanecido en el canal de parto durante tres horas antes de que su madre pudiera empujar para dar a luz. El que sus padres la hayan escuchado ayudó a trabajar con esos miedos que cargaba de aquella experiencia. Durante un par de años ella indicaba una larga sesión casi diaria de gritos y luchas. Comenzó su vida como un bebé cauteloso, vigilante y sereno. Para la edad de tres años ya se había convertido en una niña adorable y relajada –una transformación total de personalidad que nuestra familia entera atestiguó maravillada. Ella es ahora una adolescente, una atleta, muy estudiosa, y sobre todo una joven sin miedos.

Sentirse cómodo en el Territorio de las Rabietas
Probablemente el paso más importante que usted puede tomar para manejar bien una rabieta es planearla. Generalmente, si su niño tiene una rabieta cada tarde en su silla alta, usted simplemente debería incluir aquella rabieta en sus proyectos de cena. Usted puede dejar el horno encendido y aplazar la cena en cuando la rabieta comienza, para que la cema siga caliente cuando esta termine.

Ahora está usted preparado. Cuando su niño comience a enojarse, acérquese. A veces, la parte inicial de escuchar una rabieta de un niño involucra la decisión de no aplacarla. Si su hija ha escogido un vestido para usar hoy, pero comienza un alboroto cuando usted trata de ponérselo, usted podría preguntarle qué otro vestido quiere. Si ella tampoco quiere el segundo vestido que escogió, usted puede estar seguro que tiene una niña que busca alivio emocional. Todo lo que usted necesitar hacer para ayudarla a recuperarse es dejar de traer vestidos. Amablemente decir, “creo que tienes que decidirte por uno de estos dos que has escogido” Esto le permite a ella comenzar la rabieta que necesita para volver a ser razonable.

Aquí están algunas directrices generales para capear la tormenta que sigue.

Permanezca cerca de su niño, manténgalo seguro, pero no trate de pararlo. Déjele moverse. Una rabieta está llena de ruido y movimiento. Su niño se pondrá muy caliente y puede transpirar. Él tiene que retorcerse y menearse alrededor para conseguir lanzar la frustración fuera de su sistema. Usted puede ser el manager de seguridad, asegurando que él no se pega con nada mientras procede. Si él se golpea la cabeza, o se golpea él mismo, con cuidado ponga la mano entre su cabeza y el piso, o entre su cuerpo y su cabeza para que él pueda usar su fuerza sin herirse a si mismo. Su lucha contra fuerzas invisibles lo está ayudando a recuperarse del insulto de no ser capaz de hacer que sus ideas y expectativas trabajen. Déjele saber que usted está de su lado diciéndole cosas como: “sé que querías jugar con las latas, lucen tan bien, pero son demasiado afiladas” O “me quedaré contigo, te ayudaré a esperar a la varita mágica de las hadas” O “nadie te hará daño mientras estás en la silla del coche, prometo que saldrás de ahí, siempre sales de ahí”. La mayoría de las rabietas son relativamente cortas, usted puede esperar escuchar unos 5 a 15 minutos. Una vez que es escuchada la rabieta cede rápidamente, quiza hasta con algunas risas y el caluroso afeto entre el niño y el escuchante. La transformación de su hijo desmoronado en una persona amable y razonable es una de las maravillas reales que un padre puede trabajar. Él irá ganando un cúmulo de paciencia que usted apreciará durante las siguientes horas o días.
Si usted se encuentra en un lugar público tal vez querrá cargar a su niño y llevarlo a un lugar más refuagiado para permitirle lidiar con su rabieta. Los niños a menudo eligen los lugares públicos para comenzar rabietas. Puede ser que se sientan más seguros de explotar con montones de gente alrededor, o talvez lo dificil de estar en un ambiente entre adultos es lo que finalmente satura su tolerancia. A menudo no vale la pena llevarse al niño retorciéndose a un punto con menos público para sentirse más libre de manejar las cosas pensadamente. Si usted no tiene un coche cerca, el lado de las entregas en el supermercado, la sección de ropa interior o de calcetines de una tienda departamental, los pasillos delanteros de su templo o iglesia pueden servir como refugio para que su niño haga el trabajo. Pida ayuda si lo necesita: “podría mover mi carrito de la compra hacia un lado, volveré en cinco minutos” Si usted se siente capaz de manejarlo, un toque de humor ayuda: “Parece que tenemos dificultades técnicas! Quiero comprar esto. Regresamos en cinco minutos cuando mi amigo se sienta mejor!” Los mirones se complacerán de ver que usted parece saber lo que está haciendo. De hecho la mayoría de ellos se han enfrentado a la misma situación alguna vez asi que no se preocupe mucho por ellos.
Trate de recordar que la frustración de su hino No es su culpa, o culpa del niño, y que la rabieta es un evento bueno y sanador.
A menudo, vernos expuestos a las crudas emociones de nuestros hijos nos hace sentir las crudas emociones que nosotros mismos hemos ido almacenando congeladas durante meses y años. Y a menudo pareciera que nosotros traemos a la luz también nuestros sentimientos guardados reflejándolos en los niños , esto es, suponemos lo que el niño debe estar sintiendo. En realidad, si estamos teniendo un sentimiento al respecto, ese sentimiento es sólo nuestro y no puede ser sino una vaga semblanza de lo que el niño está sintiendo. (Nuestros niños a menudo toman sus más profundos sentimientos y los atan a pequeños pretextos. Nosotros a menudo tomamos nuestros más profundos sentimientos y los atamos a lo que nuestros niños hacen). Para ser capaces de complacerse a si mismos y apoyar a sus hijos en estos momentos emocionales, los padres necesitan la oportunidad de explorar y expresar sus propios sentimientos, Platicar con un buen interlocutor a cerca de cómo están llendo nuestras vidas es una forma excelente de sacar las cosas y construirnos la seguridad de tener una buena carcajada o un buen llanto (o rabieta!) para nosotros mismos. En mis clases para padres, los aliento a unirse a grupos de padres, en donde cada uno tiene un turno para hablar, ininterrumpidamente, sin previo aviso. Los padres que han sido escuchados ganan más confianza en su sabiduría para enfrentarse a las “sesiones” de liberación emocional de sus niños, y se sienten menos culpables cuando suceden esos arrebatos inevitables, porque ya han experimentado el alivio de una buena carcajada o un buen llanto de ellos mismos.

¿Es esté acercamiento/punto de vista demasiado Permisivo?
Este es el gran cuestionamiento. Si escucho las rabietas, ¿mi hijo eventualmente se comportará bien de nuevo? Pareciera que hay muchos momentos en donde aparecen los enojos desordenados. Si los escuchamos todas las veces, ¿no se convertirán en rebeldes? ¿No estaremos reforzando la falta de control?

Apoyar a un niño para completar su rabieta parece permisivo pero no lo es. La permisividad es ignorar un mal comportamiento o fallar al establecer límites razonables en el comportamiento. No es de ayuda para los niños ignorarles un mal comportamiento, ni tampoco no ponerles límites razonables. Los niños confían en que nosotros los mantendremos seguros y en la pista., este método de “escuchar” la rabieta nos dice “intervenga cuando su niño salga de la pista, amable pero firmemente prevenga cualquier daño, impetuosidad, lanzamiento, destrucción o dejadez. Vaya por delante y traiga el límite hacia su hijo, parando físicamente el comportamiento que no está llendo bien. Pero permita los sentimientos mientras usted sostiene los límites.” Las rabietas,
gritos, temblores y transpiración en el niño mientras libera su miedo, y todos los ruidos altos implicados en la liberación emocional no son un mal comportamiento. Son un proceso sanador que coloca a tu hijo bien consigo mismo de nuevo.

A largo plazo, cuando los niños son tratados permisivamente su comportamiento puede ser mayor y más drástico. Un niño que está asustado, por ejemplo, necesita que alguien lo pare si está a punto de hacerle daño a alguien, pero que le pernita expresar los sentimientos que son la base de su agresión. Sin límites, aquella agresión aumentaría.
La permisividad (y el castigo también), dan como resultado patrones de comportamiento que se profundizan y dificultan mientras que el niño desesperadamente da señales de que no puede pensar y necesita liberación emocional.

Disfruta el progreso que has ayudado a crear.
Desde que tu permites que tu hija exprese sus rabietas, ella tal vez presente varias más, porque has abierto las puertas de un almacén lleno de sentimientos inexpresados. Ella estaba esperando esta oportunidad para liberar viejos enojos, ella está impaciente por recuperarse a sí misma! Fijate en cuán bien se conecta tu hija contigo después, cuán cariñosa ella es capaz de ser, cuán esperanzada y flexible es ella después de un buen arrebato. Verás signos alentadores de que su mente se está despejando y de que está adquiriendo nuevas habilidades. Habrás ganado el poder que ya quisieran muchos padres para si: cuando los experimentos de sus hijos han fallado o sus expectativas han sido rotas, tú puedes ayudarlos a recuperar el orgullo y la esperanza.

¿Permitir una rabieta no destruye la confianza del niño en ti?
Los padres nos dedicamos a construir y cuidar lazos emocionales cercanos con nuestros niños para que tengan la base de confianza y apoyo que necesitan para prosperar. Esto tiene sentido, de hecho, el centrar nuestra paternidad en constriuir y reconstruir esa cercanía. Pero la cercanía no protege a los niños de todas las frustraciones o temores que se acumulan en el transcurso de un día. Y la cercanía, por sí misma, no es el antídoto completo para sortear los miedos y las frustraciones que los niños adquieren. ¡Si así fuera, nuestros amados niños no vendrían con miedos o frustraciones tan a menudo como lo hacen!

Cuando tememos los momentos de llanto o de rabieta de nuestros niños, es a menudo porque la mayoría de nosotros fuimos dejados solos o fuimos activamente atacados por demostrar nuestros sentimientos abiertamente. Nuestros recuerdos de momentos emocionales no son de apoyo amable y aceptación. Si fuimos tan afortunados de niños, pudo haber habido veces en que alguien pacientemente escuchó mientras sentíamos la frustración pura, pero este evento sería culturalmente raro. Entonces no podemos menos que tener miedo al apoyar a nuestros hijos cuando ellos expresan sus sentimientos.

Estos miedos están atados a nuestra propia experiencia, no a la experiencia con nuestros niños, quienes visiblemente se beneficiarían de que los escucháramos si pudiéramos permanecer con ellos a través del viaje emocional completo. De hecho, cuando tu hijo se está desmoronando emocionalmente, es realmente, un excelente momento para fortalecer el apego entre ustedes. No parecerá que él escucha el amor y la aceptación que le estás ofreciendo –él estará muy ocupado con su trabajo—pero cada palabra que digas, cada tono amoroso de tu voz y toque dejarán huella. Él verá que tu estás con él en las buenas y en las malas. Esto es el mejor seguro que un padre puede ofrecer.

Quiero un niño independiente


Con el permiso de Armandilio me traje estos párrafos para guardármelos, este hombre tiene un don para transmitir sus ideas...a mi me encanta este artículo, da ideas para defenderse de los constantes ataques de que somos presa los padres concientes de nuestra paternidad, ya saben, como toodo el mundo sabe de niños...
La imagen es de Patricia Metola

Cuantas veces nos han dicho a los papás primerizos "Déjale que llore, que es bueno" "No lo cojas tanto en brazos, que se malacostumbra" "Luego querrá que le cojas siempre" "Nunca será independiente" "Este niño está enmadrado, todo el día pegado a tí".Hace ya unos años que me fui a vivir con mi mujer y un par de años que nos casamos. No recuerdo que nadie me diera ningún consejo que al respecto, pero quizá deberían haberme dicho, por el bien de su salud y por el bien de la pareja: "Sobretodo, cuando tu mujer te pida cariño, no le des abrazos... y casi ni la beses, que luego se acostumbra y le tienes que dar muchos todos los días." Suena mal, pero es lo mismo que los abuelos, padres, amigos, tíos, cuñados, Estivill y la madre que los parió les están diciendo a los padres primerizos, auténticas esponjas de consejos, para que lo hagan con su bebé. "Cariño? El justo y necesario", como si se fueran a volver idiotas por estar en brazos de sus padres mucho rato al día.
Privando a los niños de nuestro cariño estamos separándolos un poco de nosotros mismos, los estamos diferenciando como seres. Tú ahí, separado de mi, llorando, y yo aquí, alejado de ti. Les separamos tanto físi como psicológicamente, haciendo que el vínculo afectivo del que siempre se habla, ese que se consigue de manera más fácil dando el pecho (dar el pecho se hace en brazos, no?) y del que todo el mundo habla tan bien, sea más difícil de alcanzar. Por tanto se consigue que haya una cierta separación, que los padres no conecten con el bebé, que no lleguen a entender 100% sus necesidades.
Y no malinterpretemos. Es imposible saber con certeza qué necesita un bebé en cada momento ni porqué llora, pero cuando existe un vínculo emocional sólido, en el fondo, importa poco el motivo. Sabemos que necesita algo, entendemos que lo está pasando mal, empatizamos con ellos y comprendemos que nos quieren a su lado. Haremos todo lo posible por calmarlo, y si al final lo único que quería era estar en nuestros brazos, se los daremos incondicionalmente, pues por fin habremos encontrado la solución a lo que aflije a nuestro bebé, sea lo que sea.
Aquellas personas que desde un principio crean una distancia son las que menos conectan con el bebé, las que menos les entienden y las que acaban pensando que los niños lloran para fastidiar o para conseguir algo que no deberíamos darles. Es una pena, pues no están entendiendo la psique de un bebé. No entienden que no hablan y que no tienen otra manera de pedir las cosas que llorando.Los primeros años de vida de un bebé es una etapa muy importante en el creciemiento cerebral y sentimental de los bebés. Es una etapa en la que ellos no saben ni que existen. No saben que son una persona diferente a mamá o papá... de hecho no saben casi nada, simplemente vienen con un pack de comportamientos innatos que se basan en sonreir cuando tienen a alguien cerca, mirarles asombrados, coger el dedito... todo esto para ganarse el cariño de sus papás: "mira, se ha reído" "me coge el dedo!!".
Imaginad por un momento que un bebé no hiciera ni siquiera eso, que no olieran a bebé, que no sonrieran, que no despertaran sentimientos tiernos en sus padres,... No digo que sus padres los abandonarían, pero si hoy día, a pesar de que saben hacer estas cositas para que digamos "es que me lo comoooo", les estamos dejando llorar y sufrir sin necesidad... qué haríamos si no se comunicaran con nosotros de ninguna manera???? Miedo me da pensarlo.¿Porqué se supone que hay que dejarlo llorar y acostumbrarlo a que esté solo?Esto es lo que preguntaré la próxima vez que tenga un hijo y la gente me de el consejo de no cogerlo en brazos. Con Jon me pillaron de pardillo y no tenía capacidad ni para realizar esta pregunta, así que me tocará hacerla con el siguiente.Posibles diálogos:- Hombre, es que no pasa nada porque llore de vez en cuando.- Bueno, tampoco pasará nada porque no llore...- Llorar es bueno, se le expanden los pulmones.- Ah! pues los que fuman tanto deberían llorar más, no?o- Respirando también se expanden...y se contraen, y se expanden, y se contraen. Esto pasa cada 2 segundos más o menos, y sin llorar.- Se acostumbran a ir en brazos y luego quieren ir todo el día.- Normal, si no sabe andar ¿como va a ir? Como no le ate una cuerda al cuello y tire de él...- No hombre, pero puede ir en cochecito, ¿no?- Ya, pero como se acostumbre a ir en cochecito... imagínate con 8 años llevándole en cochecito al cole...- Si le haces tanto caso luego no saben estar sólos.- Ya...pero, porqué iba yo a querer que un bebé supiera estar sólo?- Hombre, ahora no, pero cuando tenga un año o así...- ¿Un año? Pero si ahora hasta los 35 no se van de casa.
No sé si se os ocurren más posibles argumentaciones al respecto, pero evidentemente mucha lógica no tienen. A menos que me digan que en los próximos días va a haber un holocausto nuclear y mi hijo se va a quedar sólo en el mundo, no veo el motivo de dejarlo llorar. Y aún así, no creo que sobreviva sólo...En fin, que como ya he comentado otras veces, no me extraña nada que cada vez haya más consultas relacionadas con la salud mental, que haya más niños con problemas de conducta a los que erróneamente se les diagnostica de hiperactivos y tantos padres con problemas con sus hijos... les han enseñado a vivir sólos y crecen sin la confianza y autoestima necesaria, y sin el contacto necesario por parte de sus padres. Ojo, no digo que no lo tengan, simplemente no tienen todo el que necesitan. Prueba de ello es que lloran pidiéndolo y no lo reciben, luego precisan más de lo que se les ofrece.¿Qué puede pasar con estos niños?Unos crecerán siendo calladitos y sumisos, aquellos a los que cualquier cosa les está bien (confundiéndo a un niño apagadito con un niño bien educado).
Otros crecerán con ese aprendizaje hecho, "querías que fuera independiente, no? pues ya lo soy, hago lo que a MI me da la gana".Otros serán los que sobrevivan a estos consejos y cuya conducta no será modificada, aquellos con la resiliencia suficiente como para ser personas autosuficientes y con un nivel adecuado de autoestima a pesar de los pesares.La pena es que en los tres casos nunca habrá una asociación entre el tipo de persona o conducta del niño con respecto a la manera de criarlos. El primero, como he dicho, será el educadito y el que se porta bien, o directamente un poco "paraito" o "soso".El segundo será "un niño muy difícil", el que no sé como lidiar con él, se nos va de las manos o "tiene un principio de hiperactividad"... que hoy en día, como se diagnostica todo, los padres nunca tenemos la culpa de nada, es el niño, que está tarao...Y los terceros, pues serán esos supervivientes que habrían sido así igualmente.Como la idea de todo padre es conseguir que su hijo sea de los del tercer tipo, pues vale más pensar lógicamente y tener en cuenta que la ecuación es simple:- Si crías con respeto, tu hijo será respetuoso.- Si crías con cariño, tu hijo será cariñoso.- Si satisfaces sus necesidades, ellos aprenderán a satisfacer las suyas propias y a satisfacer las de los demás.
Es imposible que dando todo el cariño del mundo a una persona, ésta pueda crecer MAL criada. Más bien lo veo al revés, el niño del que pasan porque piensan que cuando llora pidiendo cariño les está tomando el pelo, es el que se da cuenta de que no le dan lo que necesita y el que está siendo MAL criado.Cuando mi mujer venga a pedirme un beso le diré: NO, MAL CRIADA, NO. Que a mi no me tomas el pelo.
Para que un niño sea independiente, primero tiene que ser dependiente.Cuando voy a visitar a un bebé recién nacido siempre acabo oyendo los mismo comentarios: "Pobrecito, no se vale por sí mismo. Si es que son tan indefensos... Mira, los animales nacen y ya andan, y estos nos necesitan para todo".Pues eso mismo. NOS NECESITAN PARA TODO, que significa que son seres dependientes.
Para que un niño sea independiente y sea una persona segura y firme con sus decisiones tiene que ser primero una persona dependiente, tiene que ver cómo se lo hacen todo y aprender cómo se lo hacen para luego imitarlo él. Tiene que ser capaz de tomar sus propias decisiones y así será siempre una persona que elegirá el camino que quiere y será consecuente con ello.El niño al que enseguida se le fuerza a ser independiente, sin pasar por ese período de dependencia y aprendizaje mediante imitación, tiene que inventarse su manera de crecer y actuar aprendiendo de la nada, pues nadie le está enseñando cómo vivir, como superar los malos ratos, como calmarse o tranquilizarse de la mejor manera (aprenden ellos sólos, pero tras haber llorado-sufrido un buen rato) y por norma les cuesta más gestionar el estrés y la ansiedad incluso en la etapa adulta. Si además los padres son autoritarios con él y están todo el día diciendo lo que tiene o no tiene que hacer, nunca elegirá por sí mismo y aprenderá que siempre hay un ser superior que le dicta como debe actuar, luego todavía será menos independiente...
Un ejemplo:Te acaban de contratar para un puesto de trabajo nuevo de cara al público. No sabes como funciona nada, donde están las cosas ni como actuar ante los clientes. Eres nuev@.Vas a ver al jefe y le dices:- Hola, hoy es mi primer día de trabajo, no sé donde están las cosas ni sé por donde empezar, no sé qué debo decir...Y el jefe te responde:- Hola. Te doy dos opciones, elige tú mism@. Puedo llamar a una compañera de trabajo para que te acompañe durante unos días. Al principio sólo estarás a su lado viendo cómo lo hace, pasados unos días serás tú quien haga las cosas y atienda a los clientes. Ella estará a tu lado por si hace falta que te eche una mano o si ha de corregir algo. Pasados unos días, cuando te veas segur@ de tí mism@ y capaz de ejecutar el trabajo me lo dices y a partir de entonces serás tú sol@ el/la que desempeñe el trabajo.La otra opción es acompañarte hasta el puesto de trabajo ahora mismo y que tú sol@ vayas aprendiéndolo todo. Tendrás que tener cuidado con lo que tocas no vayas a estropear algo y es importante que trates a las personas con respeto.¿¡¿Que elegiríais?!?
Yo la primera opción. Estoy de acuerdo que con la segunda se aprende también, pero seguro que el nivel de estrés y ansiedad es mucho mayor. Además, el aprendizaje autodidacta puede estar equivocado, ¿no? Se aprende en base a como uno cree que se hacen las cosas y siempre quedará la duda de si se está haciendo bien o mal, con la consecuente inseguridad en el trabajo y posible complejo de inferioridad como trabajador/a ("seguro que hago algo mal" "seguro que los demás saben más que yo" "no soy un buen trabajador" "no sirvo para esto").
Creo que escogiendo la primera opción la persona será más feliz en su trabajo, o como mínimo estará más tranquila y tendrá la certeza de que cuando empiece hará las cosas bien. Incluso en caso de dudas sabe que puede contar con la ayuda de esa compañera que tanto le ayudó o incluso de la del jefe, que le ayudó desde el principio entendiendo sus necesidades.

Celos entre hermanos

Me encantó leer este artículo, es liberador tener este otro punto de vista.
Del foro de "dormir sin llorar". Artículo de Laura Gutman en la revista El mundo de tu bebé (nº 183), titulado CELOS ENTRE HERMANOS, UNA MIRADA DIFERENTE.
La imagen es de MingaIlustradoras.

Con el test de embarazo en nuestras manos, y preparándonos mentalmente para la llegada de un nuevo hijo, apenas el niño llora pensamos: "Está celoso". Si se niega a comer: "Está celoso". Si está cansando y tiene un berrinche: "Está celoso". Si nos extraña tras la jornada de trabajo: "Está celoso".

Que la llegada de un hermano va a producir obligatoriamente una cascada de celos en los hermanos mayores es un prejuicio inventado, sostenido y afianzado por los adultos. Es una creencia compartida, y de tanto repetirla sólo se nos ocurre que al niño le sucede "eso" y no pensamos en otras posibilidades. Basta pasear por las calles embarazada y acompañada por un niño de dos o tres años para que cualquier persona se acerque a decirle "pobrecito", dándole a entender que va a ser destronado de su supuesto reinado.

Es un pensamiento tan común entre adultos que nos acomodamos en esa idea y, frente a algún síntoma o demanda del niño, no se nos ocurre reflexionar más allá.

Es que es facilísimo encontrar un "pretexto" para todas las actitudes y comportamientos de nuesros hijos, tener una frase a mano como "está celoso" para justificar todo lo que no nos gusta de su comportamiento es de lo más cómodo...hace falta voluntad de querer acercarnos más a nuestros niños sobre todo cuando más nos necesitan.

PRIMERAS DUDAS Con frecuencia nos sucede a la mujeres que, embarazadas por segunda vez, tenemos la sensación y el temor de que no podremos amar a "otro" tan profundamente como amamos a nuestro hijo ya nacido. Es tal la potencia del amor, la vivencia completamente nueva desde que somos madres, que creemos que será irrepetible tamaña intensidad. Sin embargo, el corazón de las madres no se divide, sino que se multiplica con cada hijo que nace.

A mi me sucedió, la duda y el temor de no poder querer a la segunda como al primero, desde el embarazo pero también incluso cuando ella ya había nacido...toma tiempo enamorarse locamente de los hijos, el tiempo que una se tarda en conocerlos. Ahora puedo decir que los amo a los dos, no igual (porque son dos personas distintas) pero si con la MISMA INTENSIDAD.

TEMORES DESPLAZADOS Lo comprobamos en cuanto nace el segundo hijo y el amor se instala con la naturalidad y el derroche de antaño. Una vez que hemos comprobado que no hay peligro, que podemos amar a dos hijos, luego a tres o a cuatro... desplazamos ese temor a nuestros propios hijos: suponemos que ellos no podrán amar a otro. Y que la presencia de un hermano pequeño necesariamente será en detrimento de no sabemos bien qué, pero que lo vivirán como un hecho negativo. Así lo decidimos. A partir de ese momento, cualquier actitud molesta del niño, cualquier berrinche, llanto, enfermedad, mal humor, demanda, enfado, insastisfacción o inquietud la juzgaremos con la muletilla bien conocida por todos: "lo que le pasa es que está celoso". Y de ese modo, ya no nos molestaremos en averiguar qué es lo que necesita el nio en ese momento en particular. Simplemente daremos por hecho que, en presencia de un hermanito en casa, indefectiblemente aparecerán los celos.

Y tal vez mucho tiene que ver el cómo nos trataron a nosotros, a lo mejor aprendimos a identificar ciertos sentimientos como "celos" hacia nuestros propios hermanos porque así nos etiquetaron a nosotros.

Sin embargo, no es necesariamente así. Resulta que ese mismo niño, mucho antes de la presencia de otro bebé en casa, también manifestaba sus inquietudes o necesidades, con mayor o menor suerte a la hora de ser respondido. Es importante tener en cuenta si antes delembarazo o nacimiento del hermanito, el niño o la niña mayor manifestaba síntomas parecidos. Veremos que en muchos casos su actitud no ha variado demasiado. Hay algo que necesita y que merece ser averiguado.

NO ES TAN FÁCIL La mayoría de los adultos creemos estar dando a nuestros hijos todo cuanto necesitan. Sin embargo, la vida les resulta difícil aun en tiempos de tecnología y confort. Tienen gran cantidad de juguetes, ordenadores, juegos electgrónicos... pero pasan la maor parte del día solos, frente a la pantalla de la televisión, rodeados de adultos que exigen que se lo coman todo, se porten bien, hagan sus deberes, no molesten, se queden quietos y sean educados. La vida cotidiana de los niños pequeños modernos no suele ser demasiado encantadora. Eso es lo que quizás tendremos que atender: las necesidades concretas de cada niño.
Pero tampoco es tan dificil, cuando uno sólo tiene un niño se imagina que no podrá multiplicar su atención por dos para cuando llegue el nuevo hermano, y sorprendentemente, se puede, no se bien cómo funciona pero a las madres (y a los padres) de más de uno, nos nace con el segundo, más paciencia, más tolerancia, hasta más habilidades psicomotrices me atrevo a pensar...
Una vez que nace el hermano menor, acomodamos el pensamiento generalizado de que ahora dejará de ser el rey o la reina de la casa. El tema es que los niños no son ni reyes ni príncipes, no tienen vida de soberanos, sino que por el contrario tienen vidas bastante difíciles, enredados en sus propios mundos emocionales muky lejos del mundo de los demás. Raramente pueden contar con los adultos, no saben explicar lo que les está sucediendo y son generalmente juzgados por sus llantos, tristezas o angustias, recibiendo a cambio incomprensión. Hay pocos niños verdadereamente colmados viviendo dentro de familias armoniosas, en las que circula el amor y el diálogo en abundante gratitud.

MIRAR MÁS ALLÁ Si en la mayoría de los casos estamos alejados del mundo interno de nuestros niños, si no nos ocupamos de averiguar, preguntar, acompañarlos y ayudarlos en sus búsquedas personales, será fácil que nosotros atribuyamos cualquer gesto de incomodidad a los supuestos celos hacia el hermano menor. Si elevamos el pensamiento, admitiremos que no hay nada más maravilloso que el nacimiento de un hermano, que es el ser más par, más cercano, más "hermanado" que tendremos a lo largo de toda la vida. Y si los padres decidimos tener más hijos para amarlos, lo lógico es compartir ese fin con nuestros hijos ya nacidos para ampliar y aumentar nuestro campo de amor.

AMOR COMPARTIDO ¿Por qué estarían celosos? Nuestros hijos aprenderán a amar a sus hermanos si los incluimos en el mismo circuito de amor y dicha. Si demostramos la felicidad por la nueva presencia, si participamos todos en los cuidados del más pequeño, si respondemos a las demandas y necesidades específicas de los niños mayores y, muy especialmente, si esos niños mayores están acostumbarados a ser mirados y escuchados genuinamente por sus padres, no pueden existir los celos. Porque en esos casos no hay nada que el bebé pueda quitar al mayor.

Cuando circula la generosidad y la comprensión entre unos y otros, cuando las palabras suavizan y explican los sentimientos confusos, cuando hay rdespeto por las necesidades de cada uno; un nuevo miembro de la familia sólo puede enriquecer las vivencias y las experiencias cotidianas de todos nosotros, incluidos los niños.

QUÉ NECESITA Cuando nuestro hijo mayor pide algo "imposible de satisfacer" -y por lo tanto creemos que no tiene razón y que lo que le ocurre, simplemente, es que está celoso- podríamos dedicar luego un momento para permanecer con él y bucear juntos en su interior, tratando de averiguar si necesitaq más presencia de un adulto, si no le gusta la escuela, si está cansado, si extraña a un amigo, si pasa demasiado tiempo sin actividades lúdicas. Claro que no es fácil estar con varias pequeños a la vez. Y no es necesariamente la madre quien tiene que satisfacer todas las necesidades de cada niño. Pero esas necesidades sí merecen ser reconocidas como importantes. Después podremos determinar qué otdra persona allegada puede acompañarle.

Cuando cada niño encuentre palabras para nombrar lo que desea, cuando cada niño sepa que cuenta con su madre, su padre u otro adulto que lo escucha y lo comprende, cuando cada niño obtenga un lugar donde desplegar sus inquietudes, no habrá mortivos para estrar celoso, por más bebés que sigan naciendo en esa familia. Los bebés que nacen no despiertan celos en los hermanos mayores. Sólo muestran necesidades emocionales que ya existían antes de su nacimiento.

ANTE EL DESCONCIERTO Si las personas mayores decimos "está celoso" ante cada reclamo, el niño terminará por creerlo, aumentando el desconcierto hacia sus propias sensaciones y sintiéndose desvalido y sin recursos para enfrentar su desazón. El niño no está celoso. El niño tiene necesidades y merece ser escuchado y asistido. Los celos entre hermanos son un invento de los adultos. Y sólo aparaecen cuando nosotros no somos capaces de satisfacer las necesidades genuinas de cada niño. No es verdad que un niño desee estar en el lugar del otro. En absoluto. Cada uno desea ser uno mismo, siempre y cuando reciba la atención y la satisfacción de sus necesidades emocionales mínimas.

CARIÑO DE IDA Y VUELTA Los niños son naturalmente generosos cuando forman parte de un territorio amoroso para convivir. Y están ávidos por ayudarnos, ser útiles, facilitarnos la vida y ser amados por esos bebés que llegan al mundo para admirarlos. No hay mejor sonrisa que la que un hermano mayor puede robar a su hermano menor cuando éste aún es bebé.

CUANDO UNO SIEMPRE RECIBE
*En primer lugar, revisemos cómo hermos distribuido los roles dentro de nuestra familia.
*Observemos si hemos creado bandos de "buenos" y "malos" entre los adultos.
*Tratemos de comprender cómo empiezan este tipo de escenas antes de que el niño lastimado se nos acerque llorando.
*Entendamos que los celos no tienen nada que ver y que estamos poniendo rótulos a situaciones que no hemos logrado comprender en su totalidad.
*Si no sabemos cómo desarmar las dinámicas donde un niño pega a su hermano, pidamos ayuda.

SI TODOS OPINAN QUE ESTÁ CELOSO
*Expliquemos a nuestro hijo que estamos orgullosos de él, por cómo es capaz de cuidar al pequeño, de avisarnos cuando llora, alcanzarnos los pañales o explicarnos qué le sucede al bebé cuando nosotros no logramos decodificar sus reclamos.
*Digamos a los demás kque nuestro hijo está feliz por la llegada de su hermano, y gritemos a los cuatro vientos que es sumamente bondadoso con el pequeño, así el niño se sentirá reconocido en nuestras palabaras y estará preparado para seguir sintiendo dicha y alaegría en su corazón.
*Nombremos el cansancio, el hastío o el aburrimiento que obligan alniño a perder la paciencia. Entonces él sabrá que sabemos y comprendemos lo que le sucede, aunque no podamos ayudarlo en ese preciso momento.

miércoles, 4 de junio de 2008

Gestionar emociones: Contacto y llanto.


Después de todo lo que he leído sobre rabietas, me queda en la cabeza rondando una idea, y yo ¿? Cómo debe actuar una madre? me queda claro que con empatía, que debo dar los razonamientos, las explicaciones...que debo CONTENER, mantener la calma por los dos. Pero, y si me enojo también, si de vez en cuando algo me hace estallar inevitablemente...No creo que sea malo del todo, pienso que la mejor forma de enseñar a mis hijos cómo gestionar sus enojos es gestionando de la mejor manera los mios -y no ocultándoselos-. Esto me lleva a querer leer más sobre "gestión de las emociones", hoy encontré este artículo, espero ir encontrando más.

La imagen es de: MingaIlustradoras.


"Contacto y llanto."
Publicado en el Diario Vasco.
Por Yolanda González

Existe una profunda laguna en la percepción adulta, en relación a los procesos vitales esenciales que intervienen en el desarrollo de la salud humana y social.

Los seres humanos, se indignan desde su sillón televisivo, ante los genocidios, guerras y desastres ecológicos que día a día nos llegan desde los medios de comunicación ( ejerciendo por otro lado un efecto narcotizante para la acción). Pero pocos se estremecen, ante el llanto desgarrador de un bebé o niño, respondiendo con el impulso irrefrenable de nutrirlo afectivamente. Aparentemente no existe relación entre una situación y otra. Sin embargo, no debemos olvidar, que nuestra vida adulta es reflejo de la experiencia infantil acaecida en el medio familiar, siendo este modo de relación básico, el que se encuentra en el origen de los comportamientos individuales y sociales posteriores.

El COMO gestionamos nuestras emociones marca nuestra existencia con un sello único y diferenciador: el carácter. Y la gestión de la emoción guarda una estrecha relación con la respuesta que desde el exterior recibimos desde el mismo momento de nuestro nacimiento e incluso antes.

Como sabemos, la sonrisa aparece hacia el tercer mes de vida y, progresivamente da lugar a la risa, ya descrita ampliamente en manuales de psicología evolutiva y fácilmente aplaudidos por el adulto por la alegría que transmite su esplendor, transparencia y expansión vital, ¿pero qué pasa con la otra manifestación vital, el LLANTO? Siendo una de las primeras expresiones emocionales que acontece en un ser humano, ¿cuántos adultos se permiten vibrar ante el llanto de un niño?

Se nos ha inculcado que es “normal” que un bebé llore y se desespere ante la “aparente indiferencia” y frialdad del adulto “educado para no malcriar a ese bebé”. Y sin embargo no existe mayor herida emocional que la frialdad e indiferencia, como única respuesta a un llanto demandante de un niño desconsolado. Señalo “indiferencia aparente”, por considerar que los adultos que así responden, en realidad sienten irritabilidad y rechazo, cuando no ira, ante el llanto vivido como molesto, ignorando la función que cumple en la vida de un bebé.

Los matices de esta comunicación primitiva inicial, que algunos adultos tienen la fortuna de poder mantener a lo largo de su vida como intensa descarga emocional, van perdiendo su intensidad y variedad a lo largo de la vida, para dejar paso a la contención de la emoción y a la rigidez caracteromuscular.

Observamos una y otra vez, tanto en las consultas preventivas como en la vida cotidiana, como el primer mecanismo de control de la emoción en los niños, al igual que en los adultos se centra en la respiración. La respiración, como función vital, se ve comprometida en un intento de inhibir el llanto: el niño se ve obligado a contener su respiración/expiración para evitar sentir. Mecanismo que casi todos, consciente o inconscientemente hemos vivido, y que representa el primer freno que imponemos a la emoción, para evitar un castigo o humillación mayor. El segundo mecanismo que junto al primero, va generando ya una tensión o bloqueo en el funcionamiento energético y por tanto observable con la emergencia de síntomas psicosomáticos o desórdenes emocionales, es el recurso de “apretar las mandibulas”. El correlato psíquico es el de “aguantar” sin enseñar los dientes, función que F. Navarro señala como ejercicio de expresión de la agresividad, es decir de respuesta al medio frustrante en defensa del propio espacio.

Este mecanismo neuromuscular que genera ya un acorazamiento de este segmento (en términos de la coraza caracteromuscular descrita por W.Reich), tiene como objetivo mitigar la angustia que le genera el contacto con el exterior. Porque no sólo nos frustran, sino que además se nos impide expresar la protesta y la defensa. Sólo hay que observar el segundo cachete que recibe un niño por su atrevimiento a cuestionar la autoridad o el abuso de autoridad del adulto.

Y de esta manera y progresivamente, se va instalando una actitud de sometimiento o de contención emocional, según los casos que generan a su vez, otras emociones de índole secundaria (por razones de espacio, sólo mencionadas), como son las actitudes violentas, impulsivas, causa directa de los desencuentros destructivos comentados.

Son éstas emociones secundarias, fruto de la represión emocional durante la primera infancia, las que ejemplifican desde la perspectiva de la salud, la psicopatología social en la que estamos inmersos. La violencia de género, la violencia hacia los niños pequeños y ancianos, etc., tienen sus raices (además de otros factores sociales), en la miopía cultural imperante ante las necesidades afectivas infantiles y la respuesta sensitiva adecuada a las mismas.

Nuestra sociedad, necesita una reflexión urgente sobre los modelos de crianza actuales. No se trata de ofrecer consumismo a la primera infancia (Tv. ordenador, juguetes, etc), sino la adecuada atención psicoafectiva, para favorecer un desarrollo sólido y saludable. Y los padres y profesores, además de los políticos, son los responsables.

lunes, 2 de junio de 2008

Berrinches ¿?

Definitivamente algo pasa con nuesro niño, tiene días que lo vemos tenso, que se estresa fácilmente, de pronto hay momentos en el día, en estos días, que ya "no es tan fácil" tratar con él. Mientras encuentro el punto de origen, o mientras pasa esta crisis, busco armas para ayudarlo y ayudarme a pasar estos ratos difíciles con todo el amor y respeto que le tengo.


Este artículo lo tradujo Maite en su blog, es de Miquel Àngel Alabart y fue publicado en la revista Viure en família.




TOMARSE CON CALMA LAS RABIETAS.

Que lo que pedimos y los que se nos da no siempre coincide es algo que la vida se encargará de recordarnos todos los años que ésta dure. Pero algo que de lo que empezamos a ser conscientes desde bien pequeños.

Un niño, hacia el año y medio de vida, es decir, cuando empieza a formarse una cierta idea de sí mismo, comienza a poner a prueba los límites de su yo (formado básicamente por deseos) y el resto del mundo. Esto, lógicamente, choca a menudo con ese resto del mundo, que en un principio está compuesto, en este orden o no, de madres, padres, hermanos, otros niños y niñas, arena del parque, columpios, gominolas y otros objetos de deseo que no siempre aceptan ser deseados. “Quiero esto que depende de ti, pero tú no me lo das”. Y así, la intrépida criatura descubre la frustración. La combinación de frustración, hormonas, nervios, entorno y otros factores hace que , en determinados momentos esta frustración estalle en forma de rabieta.

No creemos necesario describir al detalle qué es una rabieta. Podemos resumir diciendo que se trata una explosión nerviosa con abundantes sacudidas y otros movimientos más o menos violentos, gritos y, en determinado nivel y según el carácter, golpes de cabeza a alguien, insultos y quizás lanzamientos más o menos afortunados de objetos. Y que todo esto es especialmente frecuente entre los 18 meses y los 4 años, más o menos. Y que acostumbra a venir a continuación de una demanda por parte de la criatura que sus adultos de referencia no quieren o no pueden satisfacer.

Digámoslo de entrada: estas reacciones airadas ante la frustración (a veces una frustración tan pequeña que más bien parece una excusa para reaccionar) es lo más normal del mundo, y podemos ver incluso personas de 30 años haciendo cosas parecidas. La diferencia está en la frecuencia y, en principio el contenido del berrinche (se supone que la mayor parte de gente adulta sabe controlar lo que hace cuando está enfadada..). Por decirlo de una forma algo técnica, la rabieta es una conducta que acostumbran a tener los niños pequeños y que se da como reacción ante un estado emocional de rabia o frustración.

El estrés no ayuda.

¿Pero qué hace que estos sentimientos afecten tanto, en un momento dado, a los niños, sobre todo en estas edades? Todo depende, como siempre de si las necesidades básicas están cubiertas o no. No es lo mismo frustrar una necesidad real que frustrar un deseo imposible o no recomendable de satisfacer. Y además, es fácil que la demanda que se expresa (“yo quería la chaqueta amarilla”) sea la forma que toma otra demanda (“necesito salir a tomar el aire”).

Seguramente, si intentamos estar conectados con nuestros hijos, sabremos comprender, ante una rabieta, qué le debe estar pasando, qué necesita realmente. En todo caso, tener las necesidades satisfechas ayuda a prevenir las rabietas. Sencillamente el pequeño estará menos estresado.

Así pues, de entrada, si creemos que nuestra criatura tiene demasiadas rabietas, quizás tendríamos que mirar primero si podemos reducir los factores de estrés en nuestras vidas. De todas formas, las rabietas no desaparecerán sólo por eso. Éstas también tienen la función de descargar la tensión que provoca la frustración ante situaciones cotidianas insatisfactorias. Como decíamos, hay todo un aprendizaje sobre cómo la realidad no siempre se corresponde con nuestros deseos y hay que pasar por esta fase para poder crecer. Lo único que podemos hacer, en todo caso, es acompañar a nuestros hijos en ese camino.

Acompañar

Que la rabieta sea algo normal, no quiere decir que a nosotros nos cueste aceptarla. Los padres también estamos bastante estresados, y además, tenemos tendencia a pensar que los niños razonan de la misma forma que nosotros, aunque no tengan más de 4 años. Creemos que tendrían que entender que hay cosas que, sencillamente, no pueden ser. Pero como hemos visto, no es así. Cuando un niño de 3 años está gritando y protestando porque no le hemos comprado aquella golosina tan deseada ( o peor aún, porque no nos parece adecuado que se quiera llevar 10 paquetes de galletas del súper, o que se quiera quedar dentro del metro cuando tenemos que bajar…), no espera un argumento, ni tampoco quiere calmarse: eso es lo que queremos nosotros!! Pero como no se calma, ni con explicaciones ni con nada, lo más probable es que hagamos lo imposible, desde amenazar a ceder, para que pare el “numerito” (que acostumbra a suceder en medio de la calle, del autobús, de una tienda), con lo que seguramente aún tensaremos más la situación y no ayudaremos demasiado a que se destensen.

El resultado es que el niño comprueba atónito que su berrinche, en principio, espontáneo y casi sólo una reacción física, puede tener algún efecto, ya sea porque provoca atención y emoción en el adulto, ya sea porque consigue lo que pedía. Así que muchas criaturas aprenden a esta edad que en un momento dado una buena rabieta puede tener efectos interesantes.

Antes de llegar a este lío, creemos que vale la pena volver atrás y ver qué le pasa al niño. Éste hace demandas, a veces no realizables, y a veces no sabrá que no lo son y a veces sí lo sabrá (como aquella niña que se quería quedar a dormir en la calle). Dependiendo de su estado de ánimo, acumulación de frustraciones y estrés y de las necesidades del momento (sueño, hambre, atención… incluso la necesidad de llorar y gritar), es posible que de golpe estalle una sonora rabieta. ¿Qué necesita? Antes que nada, necesita saber que toda esa mezcla de emociones es válida, que no lo censuramos, que lo acompañamos.

Cuando hablamos de acompañar nos referimos a mostrarle que le queremos, que estamos allí, respetando su proceso, sin intervenir, pero sin abandonarle. Esto se puede hacer quedándonos a su lado, observando con tranquilidad su comportamiento, y quizás describiéndolo (“estás gritando mucho, parece que tienes ganas de pegarme…” ). También podemos probar a poner nombre a sus sentimientos, describiendo lo que ha pasado (“querías el caramelo y mamá no te lo ha comprado, no? Y te has enfadado mucho”) o incluso intentando adivinar más allá (“debes de estar muy cansada” o bien “me parece que tienes ganas de que esté contigo”). En el primer momento, seguramente no querrá contacto físico, pero estemos atentos para cuando éste sea posible, ya que un abrazo le hará saber que le seguimos queriendo, y además servirá de contención.

Mantener la calma

Hay que decir que buena parte de las rabietas tienen lugar en el “peor momento”. ¿Por qué? Pues seguramente porque también es el peor momento para el niño. Si tú estás estresado, tu hijo también, y la rabieta tiene muchos puntos para aparecer, incluso por las razones menos previsibles. Además, es posible que nuestro estrés hace que estemos desatendiendo sus necesidades, y tarde o temprano, nos lo hará saber. Todo esto puede explicar también por qué nos cuesta afrontar su rabieta:¡ porque es justo lo que menos estamos dispuestos a hacer en ese preciso momento!

Pero también hay otra razón por la que no soportamos las rabietas: la presión social. Una criatura teniendo una rabieta en medio del metro llama, ciertamente, la atención. No todos los padres y madres estamos dispuestos a soportar cien miradas que a nuestros ojos pueden estar diciendo desde “qué poca autoridad tiene esta madre” o “seguro que tiene hambre y este padre no se da cuenta” hasta “que lo haga callar como sea”. Claro que, en realidad, lo que pasa es que nos enfrentamos a las contradicciones entre nuestro instinto y lo que nos han inculcado desde pequeños sobre el lloro, la buena educación, las emociones, la autoridad… Hay que entender, no obstante, que ante su sobredosis de adrenalina y de otras hormonas, lo que el niño espera encontrar es, sobre todo, seguridad, contención y amor incondicional. Por tanto, intentemos mantener la serendidad y pensar que, si no hemos acostumbrado a los niños a reacciones extremas, la rabieta es tan espontánea como el hambre: de entrada no nos están intentado manipular, simplemente se expresan. Ante la elección de “los espectadores” de la rabieta, que “exigen” una respuesta, o tu hijo, que necesita otra ¿con quién te quedas?

Entender todo esto nos puede ayudar a estar más enteros ante las rabietas de los niños, ayudarles y una vez pasada la rabieta, mostrarles otra forma de canalizar las emociones. Podemos enseñarles formas de hacerlo, como por ejemplo que tu hija diga “esto muy enfadada contigo” en vez de darte un golpe, o sencillamente poner nombre a la verdadera necesidad del momento: “me parece que tienes mucho sueño”. Y también explicarles, si es posible, como ante una frustración puede haber elementos “de esperanza”: “ahora no compraremos las golosinas porque ya has comido un caramelo antes, pero recuerda que para cenar haremos macedonia”. Claro que no es la golosina que él quería, pero así es la vida: a veces no es como la esperábamos, pero puede ser igualmente sorprendente y al final quizás acabemos riendo. Si de vez en cuando nos lo recordamos a nosotros mismos y lo transmitimos a nuestros hijos “por contagio”, no deja de ser una sana lección de vida… que se acaba aprendiendo después de muchos berrinches.


El estrés y las rabietas

El estrés infantil es uno de los factores principales que se asocian a la frecuencia e intensidad de las rabietas, ya que precisamente éstas son descargas de energía y toxinas acumuladas. Cuando decimos estrés hablamos de todo aquello que obliga al niño a hacer un sobre esfuerzo para adaptarse a situaciones que no corresponden con sus necesidades.

Evidentemente, son estresantes las prisas, los horarios largos y apretados de escuelas y padres, el abuso de desplazamientos o la falta de tiempo para el juego libre, pero también cosas menos evidentes como el exceso de televisión, los espacios poco adecuados, problemas familiares, cambio frecuente de personas de referencia, ausencia de los padres… es decir, que si a tu hija o hijo está algo estresado… ¡bienvenida la rabieta! ¡Quizás es la mejor manera de desintoxicarse de tanta tensión!

Puntos importantes:

- La combinación de frustración, hormonas, nervios, entorno… hace que en determinados momentos, esta frustración estalle en forma de rabieta, más frecuentemente entre los 18 meses y los 4 años.

- Una rabieta es una explosión nerviosa con abundantes sacudidas y otros movimientos violentos, gritos y en ocasiones cabezazos a alguien, insultos y quizás lanzamientos de objetos.

- Tener las necesidades satisfechas ayuda a prevenir las rabietas, porque la niña o el niño estarán menos estresados.

- El niño necesita sentir que esa mezcla de emociones es válida, que no le censuramos, que le acompañamos.
Algunas pistas ante las rabietas

Plantéate si su demanda es completamente irrealizable. A veces, ahorrarse un conflicto vale la pena, no hace falta ponerse tan tozudos como ellos! Si estás seguro de que no puedes ceder, estas son algunas cosas que puedes probar:

- Intenta mantener la calma. Es mucho mejor para los dos. (Hemos dicho “intenta”, nadie es perfecto)

- Intentar observar al niño poniéndote a su altura sin decirle nada y esperar con paciencia que se le pase (ídem).
- Evidentemente, evitar el daño físico que se pueda hacer o pueda hacer a los demás, si crees que puede ser importante.

- Cuando comience a calmarse, decirle en voz baja palabras que le hagan darse cuenta de que le entiendes (“estás muy enfadado”, “querías tal cosa”…)

- Cuando se deje, darle un abrazo: lo necesitáis los dos.

- Proponerle una alternativa: después de la catasis, ¡necesita aferrarse a algún éxito!

- Si no puedes hacer nada de lo que hemos dicho, pensar: “no pasa nada, no seré el primer padre que pierde los estribos ante una rabieta” y probar suerte la próxima vez.

- Y recuerda: a más estrés, más frecuentes y surrealistas son las rabietas. Trata de reducirlo. Y si vivís en un balneario…bien, en educación no hay reglas exactas.

Si tiene muchas rabietas, tendrás que escoger en qué cosas cederás y en cuáles no. Ser siempre inflexible puede acabar creando una relación demasiado conflictiva. Si aún así tiene muchas, o ya no tiene edad para tener tantas, quizás vale la pena consultar a un profesional.