Tengo varias vecinas con hijos pequeños, salimos por las tardes y mientras nuestros hijos juegan juntos nosotras intercambiamos algún comentario, nada más. No son mis amigas, no comparto muchas de las cosas que pienso y siento. Están ahí a mi lado y las siento tan lejanas a mi.
Sin embargo, soy afortunada de decir que tengo un grupo de amigas, mi red de madres, con las que mi identifico totalmente, con quienes discuto mis pensamientos a quienes confieso mis sentimientos...qué raro es decirlo pero mis amigas más cercanas la mayoría viven en otro país, y las más en otro continente. Nunca nos hemos visto a la cara y nos conocemos tan bien, no he escuchado nunca sus voces y lo que dicen me parece tan conocido, no nos hemos dado la mano y caminamos por los mismos rumbos, nunca nos hemos abrazado y nos queremos. Nos separa un océano y somos tan entrañablemente unidas...
Me siento así, afortunada de tenerlas, de saber que cada una dedica un poquito de sí, un poquito de su tiempo y su realidad para entrar en este mundo virtual y alimentar esa tribu que somos, que necesitamos.
Como escribe Laura Gutman:
No me cabe ninguna duda que los seres humanos estamos diseñados para vivir en comunidad. En cambio la modalidad que impera en las grandes ciudades modernas, da prioridad a las familias nucleares, prefiriendo aún más a las familias constituidas por una sola persona. Este sistema suele generar buenos frutos económicos, al menos para unos pocos.
Por otra parte, la mayoría de las mujeres modernas hemos elegido terminar una carrera universitaria o lograr un buen puesto de trabajo, en lugar de tener una vida semejante a la de nuestras madres y abuelas.
Pero cuando –casualmente y contra todos los pronósticos- nace un niño, la soledad y el desconcierto para las madres es moneda corriente. Porque no hay comunidad que nos avale, nos sostenga, nos ampare, nos transmita sabiduría interior, o satisfaga cualquier necesidad, física o emocional.
Muchas de nosotras pretendemos atravesar la maternidad utilizando los mismos parámetros con los que estudiamos, trabajamos, tomamos decisiones, luchamos, nos hacemos valer, generamos dinero, elaboramos pensamientos o practicamos deportes. Confiamos en que la maternidad no podría ser más compleja que lidiar con cincuenta empleados a cargo todos los días.
Sin embargo...solemos comprobar que se trata de otro nivel de complejidad.La mayor dificultad consiste en “dejar el mundo real” para “ingresar en el mundo onírico” de la fusión mamá-bebé, y aunque cada una de nosotras reacciona en forma diferente durante el puerperio, sólo en la medida en que estemos bien sostenidas, estaremos en condiciones de sostener al bebé.
Hoy no tenemos aldea, ni comunidad ni tribu ni vecindad en muchos casos. A veces tampoco familia extendida. Pues bien, necesitamos crear apoyos modernos y solidarios. De lo contrario no es posible entrar en fusión con el bebé.
No es posible amamantarlo, ni fundirse en sus necesidades permanentes.Las mujeres tenemos que organizarnos. Una posibilidad es crear grupos de apoyo, o de encuentro, o grupos de crianza abiertos para que las madres encontremos compañía con nuestros hijos en brazos, comprensión de nuestros estados emocionales y aceptación de nuestras ambivalencias....
la imagen es de Patricia Metola
3 comentarios:
Muchas gracias por este post... describes muy bien lo que yo también siento. Un abrazo con mucho amor, desde el otro lado del mar!
Lalit
Siempre me ha sido más fácil relacionarme con la gente en la distancia, quiero decir entablar una relación genuina, honesta, sincera, cercana...Desde que te conozco, desde que os conozco a todas, siento que sería capaz de acercarme de verdad...Maldito charco!!!
Un abrazo,
Ana
Seguro, seguro (y mirad bien quién os lo dice, jejeje), que en algún momento arreglaremos eso del "charco", jajaja.
Precioso como lo cuentas, Ale. Un beso a todas.
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