Hace tiempo reflexionaba con unas amigas: Qué pensaría mi Yo-hace 10 años sobre mi Yo-actual...
Seguramente la Ale de 18 años estaría orgullosa de verme, de ver que la escuela -que le está costando tantos desvelos- ha dado frutos, felíz de ser una profesionista, de tener una hermosa familia, dos hijos preciosos y un marido excepcional que la ama con locura...En general, felíz de ver la mayor parte de sus sueños realizados...
Y sin embargo la Ale de 28 se atreve a ponerle un "pero" a todo esto, y es que, con esto de ser madre cambian muchas cosas. La cuestión es que se me hace casi imposible ser MADRE (así, con mayúsculas, de las de a deveras) y ser a la vez profesionista en este mundo laboral de hombres. Me siento a medias, en ambos roles. Cómo decía mi abue "el que mucho abarca, poco aprieta".
Sin declararme anti-feminista, si creo que estas mujeres erraron el camino, y en la lucha perdimos mucho más que lo ganado. Por supuesto que tenemos los mismos derechos, pero de NINGUNA manera somos iguales hombres y mujeres, no y no, ni por dentro ni por fuera. Y por tanto no podemos suplirnos el uno al otro, cada uno debiera tener su lugar.
Tampoco digo que las mujeres deberíamos encerrarnos en casa a ver crecer a los niños mientras los hombres trabajan. Más bien mi idea va en el camino de pensar que hace falta crear trabajos femeninos, que no tengan horarios rígidos, que se puedan realizar con un chamaco cargado en la espalda...como las mujeres primitivas, no salían a cazar mamuts pero tampoco se quedaban sólo a cuidar los críos: mientras, recolectaban, cazaban especies pequeñas, etc...
Leí esto en Kanguras.org sobre lo que es llamado "retrofeminismo"...aunque tampoco me acaba de gustar este término eh...Dejo el artículo y luego continúo, que esto es un tema laaargo.
Retrofeminismo...
Las retrofeministas: defienden su derecho a quedarse en casa
Copan la universidad y tienen más masters pero una nueva generación de mujeres no quiere repetir el 'error de sus madres'. El fin ya no es sólo igualar a los hombres sino superarse en lo único que ellos no pueden hacer: tener hijos.
A la tendencia ya empezaban a llamarle "hacer un Gwyneth". Si el nombre no prosperó es, en parte, porque la propia Paltrow, después de jurar en cientos de entrevistas durante el embarazo de su primera hija que dejaría de trabajar al tener a su bebé, pisó un rodaje a los dos meses de parir. En su segunda gestación ha preferido no pronunciarse.
Aun así, la actriz, macrobiótica convencida, no pierde oportunidad de ser fotografiada con su retoño, Apple y repite siempre que puede que "mamá está en casa y papá trabaja". Su amiga, la también actriz Kate Winslet sí rechazó rodar con Woody Allen para poder ocuparse de sus dos hijos pequeños y, en su cruzada por la maternidad responsable, llegó a mentir a una revista sobre su segundo parto: aseguró que se produjo de manera natural cuando en realidad necesitó cesárea.
Quedarse en casa y ejercer de madre full time no es sólo una opción para actrices de Hollywood. Cada vez más mujeres jóvenes con estudios superiores se convierten en acólitas de lo que en Estados Unidos se ha llamado la "segunda liberación". Olviden todo eslogan de los últimos 40 años, dice esta corriente. Hombres y mujeres no son iguales y no tienen por qué fingirlo. Para empezar, ellas paren y amamantan. Y ellos, sencillamente, no pueden. Lo natural, pues, es tener hijos en el pico de fecundidad femenina (nada de dejarlo para los treintaymuchos) y ocuparse de ellos como lo haría cualquier otra hembra de mamífero.
En su último libro, Yo y tú, objetos de lujo, el sociólogo Vicente Verdú se refiere a este fenómeno: "Las feministas de los 60 gritaban 'maternidad / alienación'. Las hijas de aquellas activistas, han asistido a la desarticulación de demasiados hogares y hacer de madre les parece todo menos alienarse". Maria del Mar Llopis tiene 35 años y su caso es de manual. Esta bióloga "y ebanista" de Esporles (Mallorca) dejó su puesto de funcionaria cuando nació su primera hija, Marina , hace ocho años. "Cómo tu no haces nada...", se acostumbró a oír de las otras madres, que le endosaban a sus niños al salir del cole. Dos hijos más tarde (Nil tiene 6 y Aloma año y medio), María del Mar ha aprendido a "no sentirme importante y valorada sólo por el trabajo". "Yo antes me sentía muy feminista pero el feminismo tradicional nos ha hecho mucho daño", se queja Llopis, que ha encontrado más incomprensión entre las mujeres que entre los hombres por su decisión. "Hasta que no paran los hombres, hay cosas que no pueden cambiar", sentencia Llopis. Con sorna, recuerda que una charla que dio en el militante Institut de la Dona y de la que salió sintiéndose una traidora a la causa. "Allí había de todos los tipos: separadas, maltratadas...a la única que no se protege es a la mujer que decide dejar de trabajar". La madre retrofeminista reniega del horario de 9 a 5 pero no duda en aplicar incentivos de productividad a su nueva tarea. Leen decenas de manuales, se suscriben a webs y revistas especializadas, registran asociaciones y participan en foros. A pesar de insistir en lo natural, sus decisiones, ya sea sobre vacunas, alimentación o uso del chupete, son todo menos improvisadas. Mar ha escrito artículos sobre maternidad en diarios nacionales y es una de las fundadoras de la asociación Néixer i Créixer junto a otras parejas que conoció preparándose para el parto en casa. El grupo tiene ahora centenares de afiliados y ramas en Baleares y Cataluña. El sueldo en casa de los Llopis lo aporta Joan, biólogo. Por eso María del Mar ha tenido que oír muchas veces aquello de "claro, tú haces esto porque puedes". A Núria Clarós, periodista de Barcelona, este argumento le repele. "Reto a cualquiera a comparar su sueldo con el mío. Dedicar atención a los hijos no es sólo una opción de gente con dinero, como cree mucha gente". Pero reconoce que en su círculo de practicantes, todas las madres full time tienen estudios universitarios. Para ocuparse de su hija Berta, de cuatro años, Clarós, que es madre soltera, solicitó a su empresa una excedencia de un año y recortó después su trabajo a media jornada. "Ser madre te hace ser más eficiente y ahora puedo asegurar que hago más en cuatro horas que cualquier hombre en diez", presume.
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